domingo, 29 de marzo de 2009

Tolle Lege - Revista Internacional de Estudiantes de Filosofía

domingo, 29 de marzo de 2009 0



Tolle Lege. Revista Internacional de Estudiantes de Filosofía, publica dos números anuales y recibe colaboraciones en torno a temas estrictamente filosóficos de estudiantes de filosofía (de grado o de posgrado).

La edición de la revista es llevada a cabo por estudiantes de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, pero está abierta a la recepción de manuscritos que provengan de cualquier país, siempre y cuando las colaboraciones sean inéditas y estén redactadas en castellano.

CALL FOR PAPERS

Tolle Lege. Revista Internacional de Estudiantes de Filosofía, está recibiendo manuscritos con vistas a la publicación de su primer número en el 2009.

Las contribuciones pueden versar acerca de cualquier tema filosófico y han de ser escritas exclusivamente por estudiantes de filosofía. Se reciben desde ya los manuscritos que sigan las pautas establecidas por nuestra revista, y pueden ser enviadas a la siguiente dirección como documento adjunto:

tollelegerev@gmail.com


viernes, 20 de marzo de 2009

Karl Marx: más de 150 años de vigencia

viernes, 20 de marzo de 2009 0

Por George I. García


Defender la vigencia de los planteamientos de Marx se ha convertido en un ritual de la izquierda que reivindica la ruptura contra el orden social capitalista, a lo largo de todo el siglo XX, y con más insistencia después de la caída de la mayor parte de los regímenes del socialismo histórico, los cuales oficializaron una versión de la obra de Marx apegada a las necesidades de mantenimiento de su status quo.


En términos más concretos, es necesario plantear que la pregunta por la vigencia de Marx tiene diferentes sentidos, según se la justifique frente a la derecha o frente a la izquierda. Como no vengo a conversar con gente de derecha, no creo necesario insistir en que la teoría crítica de Marx será válida mientras la sociedad esté atravesada por la lucha de clases, o sea, que mientras haya capitalismo Marx será indispensable para pensar las posibilidades de emancipación inherentes en este tipo de sociedad.


También podría invocar aquí a numerosos investigadores contemporáneos que se han apropiado de las posibilidades de la teoría de Marx. Sin embargo, lo que me interesa plantear aquí, en un espacio de izquierda, son los aportes que el análisis marxiano de la sociedad capitalista puede presentar para los sectores populares latinoamericanos, y específicamente centroamericanos. Desde mi perspectiva, valorar la obra de Marx hoy, desde la izquierda y desde Centroamérica, implica mostrar los modos mediante los cuales la teoría marxiana de la lucha de clases puede dialogar y articularse con otros movimientos sociales.


Como ha sido demostrado reiteradamente, la sociedad capitalista sigue basándose en la explotación de la fuerza de trabajo, aunque en los países centrales se hagan la ilusión de que la época industrial ha pasado a la historia: el flujo de capitales hacia el Tercer Mundo a través de las formas de explotación propias de un capitalismo de acumulación flexible – simbolizado en Costa Rica por las zonas francas– ha desindustrializado relativamente a los centros metropolitanos mientras industrializa a la periferia.


En América Latina, la contradicción sistémica entre burguesía y proletariado debe plantearse además en términos de un desarrollo desigual y combinado del capitalismo, añadiendo las asimetrías nacionales a la de las clases sociales. Esto, en términos políticos, implica que la lucha popular sea a la vez lucha por la soberanía nacional, aunque ésta última no garantice por sí misma el carácter popular de la lucha. Los sectores antiimperialistas son, pues, interlocutores de la lucha popular, a partir del mismo desarrollo del capital sobre el mundo.


Quiero ser claro. Desde mi perspectiva, no es posible ningún cambio cualitativo sustancial en esta sociedad que no pase por la lucha de clases. Ninguna reivindicación radical puede evadir romper con la lógica instrumental que surgió con el capitalismo; como señaló lúcidamente Marx, este modo de producción ha universalizado la mercancía a través de una mirada colectiva fetichizada, que convierte a la tierra y sus recursos, a hombres y mujeres y a sus actividades, al espacio y al tiempo en cosas iguales; impone la identidad sobre las diferencias al medirlas como valores de cambio.


Pero la lucha de clases, indispensable, no es suficiente para solventar las necesidades radicales. Que sea urgente no implica que sea excluyente. Más allá de la sujeción de la fuerza de trabajo existen otras formas de opresión de las actividades humanas: étnicas, de género, de las relaciones entre ser humano y naturaleza, generacionales. Ya Lenin había ampliado la categoría del sujeto histórico, señalando que no sólo el proletariado sino las masas (incluyendo al campesinado y algunos estratos de la pequeña burguesía) eran protagonistas de la revolución. Más tarde, diversos teóricos, de los cuales Marcuse ha sido el más reconocido, planteaban que la transformación radical pasaba también por la renovación de la cultura, en la cual la juventud como actor social y la liberación libidinal como horizonte utópico, jugaban un papel central para derrotar a la dominación fetichista.


Marx no pretendió que la abolición de la sociedad de clases resolviera todos los problemas de desigualdad entre los seres humanos. Sin embargo, como ejemplifican los casos recién mencionados, Marx planteó una teoría y un método que, debidamente aplicados a contextos sociales en el capitalismo, brindan perspectivas para la emancipación de los sectores populares.


Si seguimos a Marx, como estimo que es hoy necesario, esta posibilidad debe partir de una visión totalizante de la sociedad. Las luchas particulares deberían encaminarse hacia la conformación de una colectividad. La pluralidad no es un valor por sí sola. Frente a una totalización social, el capitalismo como proceso en marcha a nivel global, es necesario oponer un sujeto colectivo que totalice desde la asimetría un programa común basado, no en la tolerancia sino en la solidaridad. Helio Gallardo, al plantear la categoría de pueblo, indicaba que sus diversos componentes no se articulan a partir del consenso, sino del disenso, esto es, del diálogo y el respeto. En esta articulación heterogénea, la subalternidad se plantea como el concepto clave para definir una identidad colectiva de índole popular; y como tal, en su amplitud y generalidad apunta hacia el cambio social de carácter totalizante y radical, como lo planteaba el genial teórico y activista en cuya memoria hoy estamos aquí reunidos.


Finalmente, quiero resaltar que Marx nunca dio una caracterización normativa del comunismo. Sus pocas indicaciones al respecto son vagas, y se presentan casi estrictamente contra las limitaciones del capitalismo sobre la vida cotidiana. Así, Marx es consecuente con la generalidad de su teoría: el sentido de la actividad social no está dado a priori, y más allá de un modo de producción concreto, aquel que le suceda es una construcción abierta, por ser hecha e imaginada por sujetos colectivos que parten de sus herencias sociales, culturales y naturales para crear lo deseable.


En otros términos, una parte considerable de la vigencia de Marx reside en su visión de que el socialismo no es un camino preestablecido, ni una meta a la cual llegará un sujeto histórico predestinado. Hoy, como hace más de 150 años, cuando Marx escribía con su amigo Engels el Manifiesto comunista, el socialismo es pura posibilidad: una libertad colectiva abierta hacia el futuro.


Asumir la construcción de esa libertad es el desafío que nos han dejado, según decía Walter Benjamin, nuestros abuelos esclavizados. Y ya que, como decía Lenin, sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, revisar críticamente desde los oprimidos la teoría de Marx y ponerla al día respecto a las nuevas condiciones sociales es el criterio básico para que Marx siga siendo vigente hoy como lo ha sido durante el último siglo y medio.


*Conversatorio sobre la vigencia de Marx llevado a cabo en el 2008 por MAIZ (Movimiento Alternativa de Izquierdas).


viernes, 6 de marzo de 2009

Antropología Nietzscheana

viernes, 6 de marzo de 2009 1
Por Esteban Josué Beltrán Ulate

El pensador Friedrich Nietzsche, presenta en la totalidad de sus obras, el camino sobre el cual el hombre ha de proyectarse, la visión evolucionista de Charles Darwin, el planteamiento de la voluntad de vivir de Schopenhauer, estos son algunos de las influencias que permean los planteamientos de este irracionalista alemán, como así lo han catalogado, debido a su repulsión por el orden occidental heredado de un pensamiento decadente a partir de los presupuestos filosóficos de Sócrates. El corpus ideológico nietzscheano es denso y quizás oscuro, su comprensión es ardua, y la interpretación se torna dificultosa, bien expresa el también alemán Martin Heidegger al decir que, pensar la metafísica nietzscheana es una meditación sobre el hombre, del cual se entendido escasamente.

Él considera el origen de la decadencia del pensamiento occidental con la llegada de Sócrates y el cristianismo, y el influjo a partir del desplazamiento de la visión dionisiaca de la vida por una apolínea, para comprender a cabalidad la visión nietzscheana se torna sumamente necesario analizar el significado de la Voluntad del Poder, además de considerar el nihilismo en su dos vertientes, pasiva y activa, la visión de tiempo a partir de la idea del eterno retorno y se consumara con la visión de Übermensch, como concretización de la visión de antropológica nietzscheana, donde el hombre se muestra como la cuerda tendida entre la bestia y el Übermensch.


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martes, 3 de marzo de 2009

Inquietud de sí

martes, 3 de marzo de 2009 3

Por Adriana González Serrano


No me pregunten quién soy

ni me pidan que siga siendo el mismo

M. Foucault

De tantos hombres que soy, que somos,
no puedo encontrar a ninguno

Mientras escribo estoy ausente
y cuando vuelvo ya he partido

P. Neruda

Al otro, A Borges, es a quien le ocurren las cosas…

Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro

J. L. Borges

Nos volvemos fetichistas cuando traemos a la conciencia los presupuestos de la metafísica del lenguaje, o sea de la razón. El lenguaje ve por todas partes actores y acción: así se origina la creencia de que la voluntad es la causa por excelencia; de que el ‘YO’ es ser y sustancia, lo que es posteriormente proyectado sobre todas las cosas (con la creación misma del concepto ‘cosa’). El ser es considerado en todo momento como causa primera, es presupuesto; de la conciencia del ‘YO’ se sigue en primer lugar, como derivativo necesario, el concepto de ‘ser’

F. Nietzsche

¡¿Poner-se a sí mismo?! Tarea ardua, pero más que todo, paradójica. La renuncia a sí mismo instalada a través de la histórica moralina de occidente frena la investigación de sí mismo, una investigación no teórica, por supuesto, sino existencial, existenciaria, fenomenológica, hermenéutica. De hecho, ante la pregunta «¿quién soy?» tendemos a salirnos de sí y a ponernos en puras categorías: yo, ser humano, mujer, hija, nieta, hermana, novia, amiga, profesora, estudiante, desconocida... Precisamente de manera teórica, pretendemos espectarnos para decir quiénes somos. De aquí que tendamos también a entretenernos con actividades supuestamente implicadas en esas categorías: siempre estamos en constante ocupación y solicitud.

Ahora bien, investigarse a sí mismo no quiere decir dejar de estar ocupados y solicitados: ello se lograría muriendo. El estar-en-el-mundo es esencialmente cuidado en sus dos formas, ocupación —el estar en medio del ente a la mano— y solicitud —el estar con los otros.

El problema es creer que somos todo y únicamente lo que puras determinaciones ónticas —categorías— dicen que somos. El problema es ser fetichistas.

La investigación de sí mismo no tiene un sentido óntico.

¡¿Poner-se a sí mismo?! ¡Imposible! ¡No hay algo que poner! Sin embargo, no escribir nada sería ceder antes las palabras, haber creído en la gramática —¡otra determinación óntica. ¡Así que nada más jugaré con ustedes! —con las palabras— poniéndolas y quitándolas y volviéndolas a poner y volviéndolas a quitar… como el niño que, jugando, coloca piedras acá y allá y construye montones de arena y luego los derriba.

Así he jugado y juego conmigo misma. Sólo que los montones de arena a veces se solidifican tanto que no los puedo derribar, o no me atrevo a hacerlo. Sí, porque soy cobarde. Sólo que a veces olvido que coloco tal piedra por allá, tanto que se incrusta, y molesta y no me percato de que está ahí, de que yo la puse ahí y de que la puedo quitar. Sólo que a veces me da pereza y busco —y según yo encuentro— un montón de arena ya hecho en el cual conformarme. Sólo que a veces, por un instante, el juego parece detenerse y digo “…he llegado…” pero justo cuando lo digo se me escapa, se fuga, corre como agua por los dedos: es para decir “¡uy! ¡ahí estaba!”.

Nihilismo, pesimismo y tragedia

Por Adriana González Serrano


Occidente no ha asumido devenir, de manera que ha congelado la existencia en detrimento de la misma. A este congelamiento se le ha llamado ciencia y al detrimento progreso, civilización, cultura —cultura moderna, la cúspide de la humanidad. El nacimiento de la tragedia no es un lamento romántico —al modo de “toda época pasada fue mejor”— de aquella época trágica de los griegos. Si bien es cierto que se le celebra, el propósito de escrutar los orígenes de la tragedia, su modo de ser y su infortunado aniquilamiento, es para pensar la decadente época nuestra. Nietzsche condena esta época de asesina, porque quita vida, salud, creatividad, fuerza, potencia, pasión: por eso es decadente, por eso es nihilista.

Este pesimismo de Nietzsche respecto a nuestra época es el que quiere despertar, porque es un pesimismo respecto a la ciencia y a la moral: ¿Acaso es el cientificismo nada más que un miedo al pesimismo y una escapatoria frente a él? —se pregunta— ¿Una defensa sutil obligada contra la verdad? ¿Y hablando en términos morales, algo así como cobardía y falsedad? (2000: 27). Occidente no ha hecho más que escaparse y encubrir la muerte, y por lo tanto la vida, con teorías, conceptos, mentiras pasadas por verdades: esto es lo que significa que occidente no ha asumido devenir, porque lo he detenido encerrándolo en enciclopedias y lo ha momificado colocándolo en museos… como si fuera una cosa y no sangre corriendo por las venas. La furia de Nietzsche es contra el conocimiento insaciable y optimista que aniquiló a la tragedia y a su disposición afectiva. Era el pesimismo de los griegos el que los vivificaba. Por eso Nietzsche también se pregunta: ¿Existe un pesimismo de la fortaleza? ¿Una predilección intelectual por las cosas duras, horrendas, malvadas, problemáticas de la existencia, predilección nacida de un bienestar, de una salud desbordante, de una plenitud de la existencia? ¿Se da talvez un sufrimiento causado por esa misma sobreplenitud? (2000: 26).

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DRUX FLUX - el hombre unidimensional

 
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