miércoles, 26 de diciembre de 2007

La llamada. Anotaciones sobre los parágrafos 54, 55, 56 de Ser y Tiempo. Heráclito como buscador de sí mismo

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Adriana González Serrano

El señor, cuyo oráculo está en Delfos, ni dice ni oculta, sino que indica.

Heráclito

Y porque el Dasein es cada vez su posibilidad,

este ente puede en su ser escogerse, ganarse a sí mismo,

puede perderse, es decir, no ganarse jamás o sólo ganarse aparentemente.

Heidegger

I

Apolo daba sabiduría a los seres humanos lanzándoles palabras. Pero estas eran como flechas que herían desde lejos, enigmas que provocaban y desafiaban a los seres humanos: era una cuestión de vida o muerte resolverlos. Heráclito también lanzó enigmas provocativos y desafiantes, sentencias oraculares al modo de Apolo que, como lo dice en el fragmento 93 que sirve de epígrafe a este texto, ni dicen ni ocultan sino que indican. Heráclito lanzó una provocación y un desafío al pensar, a la comprensión, al saber de nosotros mismos: al fin y al cabo ¡aún nos jugamos la vida!

Heráclito critica la inercialidad de la vida humana: “pero a los demás se les escapa cuanto hacen despiertos, igual que se olvidan de cuanto hacen dormidos”. El fragmento indica que vivimos como si soñáramos, que nuestras experiencias no tienen consecuencias, que no son acciones, que no son propias. Heráclito advierte que la physis es actividad. De aquí que, a través de sus enigmáticos fragmentos, tanto en la forma como en el contenido, obliga al pensamiento a moverse, a actuar, a ir y venir, a jugar, a jugárselas sabiendo jugar. La propuesta de Heráclito, por lo tanto, es una phrónesis. Werner Jeager en La teología de los primeros filósofos griegos (1953), indica que a diferencia de Parménides, la palabra griega que Heráclito utilizó para pensar no es noein sino fronein. En el artículo “De las múltiples dimensiones del logos heraclitano. Reflexiones en torno al capítulo VII de W. Jaeger, La teología de los primeros filósofos griegos”, Mariano Nova, parafraseando a Jeager, dice: “el logos es eterno, pero los hombres no alcanzan a comprenderlo. Esta comprensión, la esencia de la actividad filosófica, es designada por Heráclito con el término phronein, en notoria contraposición con el término utilizado por Parménides. Phronein designa la actividad propia del phronimós, del hombre prudente y justo. “Comprender” el logos implica comportarse de acuerdo a su justicia, obrar justamente. Heráclito dota al saber filosófico por primera vez de una dimensión social y política. Jeager es enfático al llamar la atención entorno al hecho de que «Heráclito es el primer pensador que no sólo desea conocer la verdad, sino que además sostiene que ese conocimiento renovará la vida humana»”.

Gadamer sostiene una tesis parecida. En el Inicio de la sabiduría dice que con Heráclito se trata de una nueva forma de literatura basada en sentencias, es decir, que los fragmentos que nos son trasmitidos no forman parte de un texto en prosa coherente al modo de Parménides; el estilo heraclíteo tendría un origen distinto, o por lo menos se apartaría, de la forma épica de Homero y Hesíodo. Esta nueva forma de literatura cobra mayor sentido si consideramos la obra de Heráclito no de carácter cosmogónico o cosmológico sino existencial. Cobra sentido porque con sus sentencias oraculares, Heráclito nos llama a la vida, nos llama a nosotros mismos.

Cuando a Sócrates le preguntaron por la obra de Heráclito, dijo: “lo que he comprendido es excelente, y creo que también lo que no he comprendido. Sin embargo, se necesita un buzo de Delos”. Se necesita un auténtico experto del buceo para sacar de las profundidades a la luz las palabras heraclíteas. ¡Pero acaso también para buscarse a sí mismo! El mismo Heráclito dice en el fragmento 45: "los límites del alma, por más que procedas, no lograrías encontrarlos aun cuando recorrieras todos los caminos: tan profundo tiene su logos”.

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