Personajes: Zenón, discípulo y león.
Escenografía:
DISCIPULO: ¡Oh, maestro! ¡Anda un león por las calles!
ZENON: Muy bien. Has aprendido muy bien tu lección de geografía. L decimoquinto meridiano, medido desde Greenwich, coincide con el camino real que va desde el templo de Poseidón hasta el Agora; pero no debes olvidar que esa es una línea imaginaria.
DISCIPULO: ¡Oh no, maestro! Humildemente debo decirle que no estoy de acuerdo con usted: ahí afuera hay un león real, un león del bestiario, y viene en dirección a esta escuela.
ZENON: Muchacho, a pesar de tu suficiencia en geografía —la cual es digna de elogio, a su manera— (aunque es esencialmente el arte del topógrafo y sólo el cabello del teodolito la separa del trabajo de un esclavo), veo que eres muy deficiente en filosofía. Lo que es real no puede ser imaginario y lo que es imaginario no puede ser real. El ser es y el no ser no es, como mi muy reverenciado maestro Parménides demostró primeramente, últimamente y continuamente, y en la forma en que he tratado de hacerlo entender.
DISCIPULO: Perdóname, ¡oh maestro! En mi prisa y emoción —expresiones pasionales indignas de mí y de nuestra escuela— he hablado en forma oscura e imprecisa. He caído en la brecha entre el pensamiento y la palabra, que, como nos has enseñado, es la trampa puesta por el no ser. Lo que en verdad quería decir es que un león ha escapado del zoológico y a velocidad se apresura en dirección a esta escuela y llegará aquí en unos momentos.
EL LEON APARECE A
ZENON: ¡Oh mi muchacho, oh mi muchacho! Cómo me duele contemplar la impenetrabilidad del intelecto humano y su inconmensurabilidad para con la verdad. Aún más, hasta ahora me doy cuenta de que un noviciado de treinta años es muy breve (sub specie aeternitatis) y debe ser extendido hasta los cuarenta años, antes de que el verdadero período de aprendizaje empiece, propiamente hablando. Un león de verdad, tal vez; pero corriendo de verdad ¡es imposible! Y que en verdad llegue aquí, ¡es absurdo!
DISCIPULO: Pero maestro…
ZENON: Con el fin de correr el jardín zoológico hasta la escuela eleática, el león tendría que recorrer primero la mitad de la distancia.
EL LEON ATRAVIESA
ZENON: Pero hay una mitad de esa mitad, y una primera mitad de esa mitad, y aún habría una primera mitad de esa otra mitad que recorre. Y por eso las mitades necesariamente van retrocediendo hasta la primera sílaba del tiempo registrado; ni eso, todavía retrocediendo aún más antes de esa primera sílaba. ¡Para poder recorrer aunque fuera una diminuta porción del intervalo entre el jardín zoológico y la escuela, el león se hubiera visto obligado a haber empezado su viaje desde un momento infinitamente lejano!
EL LEON IRRUMPE EN EL PATIO DE
DISCIPULO: ¡oh maestro, corra, corra! ¡El león nos ataca!
ZENON: Y por eso, por reducción al absurdo, hemos probado aquí que el león nunca pudo haber empezado su recorrido, y esa mera fantasía es la que indignamente ha logrado llenarte de pánico.
EL DISCIPULO SE SUBE A UNA COLUMNA JONICA Y EL LEON MATA A ZENON
DISCIPULO: Mi cabeza me da vueltas… ¿Habrá alguna falta en el argumento de mi maestro?
Tomado de: ZENO’ PARADOXES. EDITED BY W.C. SALMON. The Bobbs-Merril Company. Traducción de Roberto Alvarado
3 comentarios:
el león sabía cálculo infinitesimal
Zenón no sabía de series infinitas, jeje...
Ah, ¿y entonces la resolución al problema era comerse a Zenón?
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