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Vienen por el oro, vienen por todo. Las invasiones mineras 500 años después.
Javier Torres Vindas / socioarte@gmail.com
Sociólogo costarricense
Tomo este título prestado de un reciente libro de Javier Rodríguez Pardo Editorial CICCUS, Argentina. El autor tiene razón. América Latina durante la conquista y colonización fue saqueada de sus riquezas, no sólo de su oro. Fue expropiada de sus tradiciones, de sus lenguajes, de sus culturas, de sus religiones, de sus pobladores. El genocidio étnico fue innombrable. Hasta 1992 se pudo hablar del trauma de conquista y desde esa fecha los 12 de octubre, se habla en un lenguaje políticamente correcto de “encuentro de culturas” obviando el tema central: la negación de los pueblos originarios.
Luego de la independencia, nuestro continente fue exportador de de materias primas para el primer mundo. Tras la crisis del 1929 y la II Guerra Mundial, se intentó de a poco un modelo de de sustitución de exportaciones. Pero todo reclamo de soberanía territorial (reforma agraria) fue reprimido. Tanto así que en 1954 el golpe al gobierno de Arbenz fue impulsado por la CIA que defendía los intereses afectados de la transnacional United Fruit Company, por ejemplo.
A inicios de los ochenta y tras un par de décadas de dictaduras en el continente, se obligó por medio de los PAE's y otros mecanismos a pagar la “deuda eterna”. En los 90's el neoliberalismo quebró las economías de México (1994), Brasil (1998) y Argentina (2001-2002). En esta década, el ALCA fue detenido, pero los TLC's no.
Hoy las invasiones siguen. ¿Podemos reclamar nuestra soberanía territorial? ¿Hasta cuando seremos colonizables? ¿Qué expresa y condensa el proyecto de Las Crucitas, en esta historia de expropiación de nuestros recursos continentales?
Debemos partir de un hecho empírico constatable: la avanzada de invasiones mineras no es sólo un fenómeno propio de Crucitas en Costa Rica. Es una avanzada continental, bajo la égida transnacional de los buenos negocios, que considera la naturaleza como un recurso a explotar, es decir una mercancía. Donde las externalidades (daño ambiental y sociocultural a muy largo plazo) no es responsabilidad directa de la actividad minera. Por ejemplo, en Valle de Siria (Honduras), el proyecto “San Martín” manejado por la empresa Entre Mares, primero subsidiaria de Glamis Gold Ltda., y ahora satélite de Gold Corp.
En Costa Rica, la empresa Industrias Infinito (http://www.infinito.co.cr), se presenta como compañía nacional. La cual se asesora con la empresa canadiense Gold Limitada (la misma de Honduras, recién mencionada). Pero sin especificar la repartición accionaria de la primera empresa. Esta empresa ofrece como anzuelo son empleos, “desarrollo” local, dinero para el fisco, etc. No obstante preguntemos ¿qué ha pasado con otras experiencias exitosas de minería en América Latina?
Por ejemplo, el departamento de Cajamarca, ubicado al norte del Perú, tiene una tradición minera que se remonta a la época colonial. Diversas empresas de capital nacional, extranjero o mixto han explotado las riquezas mineras. A su paso el costo ambiental el deplorable. El costo social es innegable: el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), de Perú, reportó que en del 2006, el 64% de la población del departamento era pobre, y el 28% vivía en condiciones de pobre extrema pobreza, el 80,2% es analfabeta, el 37% de la población no tiene agua de cañería, el 25% no tiene desagües y el 68% no tiene electricidad. Es decir, riqueza privada que genera pobreza pública y costes a largo plazo.
Según Bridge, G (“Mapping the bonanza: Geographies of mining investment in an era of neoliberal reform.” The Professional Geographer), entre 1990-2001, cuatro de los diez principales países de destino para las inversiones mineras en el mundo estaban en América Latina: Chile (1ra. Posición); Perú (6ta); Argentina (9na) y México (10ma). Doce de las mayores inversiones mineras también se encontraban en América Latina: dos en Perú; nueve en Chile y una en Argentina.
Por su parte, Geraldine McDonald, ha señalado recientemente que el crecimiento del sector minero, en particular en América Latina, ejerce una presión fuerte sobre ecosistemas frágiles y sobre comunidades ubicadas en tierras de ricos recursos minerales. Los impactos ambientales y sanitarios incluyen: agua contaminada por plomo, arsénico y otros metales; descenso de la capa freática debido al uso excesivo por parte de grandes instalaciones; problemas de piel, dolores de cabeza excesivos e intoxicación de la sangre debido al plomo; enfermedades respiratorias provocadas por el excesivo polvo, y la destrucción de la vegetación debido a las lluvias ácidas. Las actividades mineras tienen un impacto directo sobre el medioambiente y la salud de hombres, mujeres y niños. Los impactos económicos incluyen una pérdida de o daños a los medios de subsistencia, así como una amenaza a la seguridad alimentaria, como resultado del desplazamiento de las poblaciones de sus tierras (y un acceso reducido al agua), a menudo sin o con una inadecuada o tardía indemnización. Las condiciones laborales en los proyectos extractivos son con frecuencia difíciles y violan las normas laborales de la OIT. Las consecuencias sociales incluyen la aparición o la agravación de problemas sociales existentes tales como el alcoholismo, la adicción a las drogas, la delincuencia y la prostitución. (ver: http://alainet.org/publica/
Como hemos sido testigos en Costa Rica, en el último año la embestida de legitimidad al proyecto de Las Crucitas, ha sido desde diversos flancos. El asunto central es convencer a la “opinión pública” de las bondades del proyecto y de las nefastas intenciones de aquellos y aquellas personas que se le oponen. Embestida ideológica que pasa por demonizar e insinuar una posible criminalización de los actores sociales que se oponen al proyecto.
“Curiosamente” como por casualidad, para el 2006, el presidente Óscar Arias (premio Nobel de la Paz 1987) había impulsado un “novedoso” consenso internacional denominado, “Paz con la Naturaleza”. Según se decanta, el proyecto de Las Crucitas ¿sería un ejemplo de dicho proyecto arista? Lo históricamente constatable, es que el 13 de octubre del 2008, el presidente de Costa Rica Dr. Óscar Arias Sánchez y el Ministro de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones, Roberto Dobles Mora, firmaron el decreto ejecutivo Nº 34801-MINAET que autorizó el proyecto de minería a cielo abierto en la zona norte de Costa Rica, conocido como Las Crucitas.
Ahora, en realidad, Las Crucitas expresa y condensa un problema de Ecología Política, no sólo para los y las costarricenses, sino, que es un asunto continental. Es un asunto de intereses de los actores. Por ende, remite a sus posibilidades de articularse con otros actores para lograr alianzas en pro de sus fines. El asunto es de correlación de fuerzas de los actores. La clave del éxito de los que ven con buenos ojos (buenos negocios) cuentan con el dinero, con la institucionalidad que les esta favoreciendo, con el apadrinamiento de los Arias, con recursos simbólicos en los medios de comunicación. Los que nos oponemos, debemos para garantizarnos legitimidad, el articularnos con otros actores continentales, con sus experiencias de lucha, de resistencia, que incluyen derrotas y triunfos. No debemos ceder en el terreno de la lucha ideológica. Este no es un asunto de unos revoltosos e irracionales enemigos de los buenos negocios. Es un asunto de soberanía, de lucha continental. Es un saqueo que viene desde México hasta la Patagonia.
Las Crucitas, se debe entender como un momento más de la avanzada de este ciclo político neoliberal en nuestro país, cuya impronta se empinó con el denominado golpe de Estado técnico del 2004, donde el Sr. Óscar Arias logró que la Sala constitucional reformase la constitución y pudiese ser reelegido a la presidencia. Luego en el poder y debido a la estrategia de desgaste del movimiento contra el TLC, el Sr. Arias avaló el referéndum. Chance que se jugó, prometiendo en diversos momentos la panacea y mediante la estrategia del miedo, logró un apretado gane a favor del TLC y que fue una derrota estratégica para el movimiento de lucha contra el TLC. Derrota, que es diferente del inevitable cierre de oportunidades y de retractar el camino de la soberanía nacional y de los derechos de la ciudadanía social.
Las Crucitas, nos presentan u reto ineludible: crear redes y otras formas novedosas de protesta; y el desarrollo de proyectos territorializados dirigidos a la construcción del poder social mediante formas ecológicamente viables de producción, comercio y consumo, la autogestión y la democracia participativa, por lo común orientados por el nuevo paradigma de la sustentabilidad. Es decir, para la lucha contra la minería a cielo abierto es necesario reconstruir una ecología política que nos lleven a nuevas formas de vivir y construir lo político. Aquí lo que se trata es de defender derechos ciudadanos, de ciudadanía social, de soberanía territorial.
Tenía miedo del segundo libro de Aristóteles, porque tal vez éste enseñase realmente a deformar el rostro de toda verdad, para que no nos convirtiésemos en esclavos de nuestros fantasmas. Quizá la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que éstos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad.
Umberto Eco, El nombre de la rosa
Para la mayoría de los hombres el intelecto es una máquina complicada, siniestra y chillante, que cuesta mucho trabajo poner en marcha. A trabajar y pensar sensatamente con ayuda de esta máquina le llaman «tomar la cosa en serio». ¡Qué penosos esfuerzos les debe costar pensar con sensatez! A lo que se ve, este simpático animal que es el hombre pierde su buen humor y se vuelve serio siempre que se pone a pensar con sensatez. Frente a toda «gaya ciencia», este animal serio tiene el prejuicio de que cuando prevalecen la risa y la alegría se piensa a tontas y a locas. ¡Pues bien! ¡Mostraremos que esto es un prejuicio!
Nietzsche, La gaya ciencia
¿Cómo leer y escribir? Con pasión. En realidad siempre ocurre así. El término griego «pathos» del cual me valgo aquí para hablar de pasión, alude a una disposición afectiva cualquiera: piedad, placer, amor, alegría, esperanza, tristeza, tedio, odio, cólera, miedo, angustia, cobardía, envidia, ira, aflicción, pena. Son estas afecciones las que nos mueven por el mundo, y por supuesto, por las páginas de los libros al leer y por las teclas al escribir. Las afecciones no son decorado de los textos: son su sangre. No vienen después de las ideas: son su procedencia. Umberto Eco escribió El nombre de la rosa porque tuvo ganas de envenenar a un monje. También quiso que el lector se divirtiera tanto como se divirtió él ejecutando su fantaseado asesinato. Quería que el lector fuera su cómplice, “un cómplice que entrase en mi juego, que se convirtiera en mi presa, o sea en la presa del texto... un texto quiere ser una experiencia de trasformación para su lector” (Eco, 1995: 652). Claro está que no todos los textos quieren trasformar al lector ni todos los lectores quieres ser trasformados. También hay quienes no quieren que los lectores se trasformen al leer un libro, como Jorge de Burgos.
II
Leemos y escribimos apasionadamente. Lo más relevante en ello es que las afecciones vivifican, pero también matan. Ya lo decía Spinoza en su Ética: “por afecto entiendo las afecciones del cuerpo, con las que se aumenta o disminuye la potencia de actuar del mismo cuerpo, y al mismo tiempo, las ideas de estas afecciones” (III, definición 3).
En la historia de la existencia humana ha prevalecido una pasión: la insana pasión por la verdad, afección que más ha disminuido la potencia de los cuerpos, la vida misma. Nos hemos convertido en esclavos de nuestros propios fantasmas. Guillermo de Baskerville lo supo, así como luego lo supo Nietzsche. Asimismo, ambos vislumbraron a la risa —una afección— como liberadora. Jorge de Burgos también lo vislumbró. Pero en tanto ciego dogmático —valga la redundancia— no le convenía. Se trasformó entonces en un anticristo nacido del excesivo amor por dios y por la verdad, dispuesto a morir y a matar por dios y por la verdad.
¿De qué nos tenemos que reír? De la verdad ¿De quién nos tenemos que reír? De nosotros mismos. ¿Por qué reír? Porque sólo la risa puede traerse abajo los ideales que hemos creado y en los que hemos creído: sólo una afección puede contra otra afección.
III
“¿De dónde el apego a la verdad y el rigor de los métodos científicos? De la pasión de los sabios, de sus incertidumbres, de sus miedos, de su odio recíproco, de sus discusiones fanáticas y siempre reanudadas, de la necesidad de vencer” (Foucault, 2004: 18). Cualquier similitud con el ambiente de la abadía que visitaron Guillermo y Adso, así como el de otros muchos lugares a través de la historia humana y como el de nuestras academias actuales, no es pura coincidencia.
La tarea genealógica que emprendió Nietzsche y que continuaron otros pensadores, como Foucault, es la de constatar el origen “humano, demasiado humano” de los ideales de los cuales nos hemos convertido esclavos. ¡Esclavos de nuestros propios fantasmas!
“¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas de las que se ha olvidado que no son más que metáforas y que se han tomado por las cosas mismas” (Nietzsche, 2007: 25).
Lo que se constata aquí es, por un lado, el potencial creador del ser humano, y por otro lado, el carácter irrisorio del origen de los ideales supuestamente trascendentes, divinos y sagrados: son humanos, demasiado humanos. La risa es la que puede liberarnos de la insana pasión por la verdad, la que puede matar a dios, la que puede ser políticamente trasgresora, la que puede potenciar. Por eso a Jorge de Burgos se le hace problemática, porque Jorge representa el desesperado afán asegurador del ser humano:
—El ánimo sólo está sereno cuando contempla la verdad y se deleita con el bien que ha realizado, y la verdad y el bien no mueven la risa. Por eso Cristo no reía. La risa fomenta la duda.
—Pero a veces es justo dudar.
—Sin duda, el que acepta estas ideas peligrosísimas también puede valorar el juego del necio que ríe de aquello cuya verdad, enunciada ya de una vez para siempre, debe ser el objeto único de nuestro saber. Y así, al reír, el necio dice implícitamente: deus non est.
Sólo desde la enfermedad y la debilidad se puede afirmar que no hay motivos para la risa, sólo desde la pesadez de los grandes ideales.
V
La medida que tomó Jorge era de esperar: la prohibición de un texto que contiene la posibilidad de “saber si las metáforas, los juegos de palabras y los enigmas, que los poetas parecen haber imaginado sólo para deleitarse, pueden incitar a una reflexión distinta y sorprendente de las cosas” (Eco, 2003: 86): La posibilidad de escribir y leer por el puro deleite de escribir y leer, la posibilidad de una lectura que se atreva a reír. Lo que prohibió el monje ciego-dogmático, así como muchos otros ciegos-dogmáticos habidos y por haber, fue la interpretación, el delicioso ejercicio de la interpretación, “la posibilidad de abrir y romper la literalidad y provocar una explosión de atribuciones simbólicas en donde la última referencia, dios, se torne prescindible... la posibilidad de que un libro sea expresión de un universo textual inmanente” (Hernández, 2003: 18), la posibilidad de que no nos importe la verdad —como a Guillermo— sino que nos divirtamos imaginando la mayor cantidad posibles de posibles, la posibilidad de pensar y seguir pensando.
Jorge prohibió la posibilidad de usar los libros para transformarse. Había dicho una vez Foucault en una entrevista que le gustaría escribir libros bomba, es decir, libros que sean útiles precisamente en el momento que uno los escribe o los lee. Después podrían desaparecer... no sin antes provocar estragos.
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Eco, Umberto (1995) El nombre de la rosa. Barcelona: Lumen.
________ (2003) El nombre de la rosa. Buenos Aires: Debolsillo.
Foucault, Michel (2004) Nietzsche, la genealogía, la historia. Valencia: Pre-textos.
Hernández, Pablo. “Métodos de lectura en El nombre de la rosa” En: Revista Comunicaciones. Volumen 12, año 24, número 1 & 2.
Nietzsche, Friedrich (2005) La gaya ciencia. Madrid: Edimat.
________ (2007) Verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos.