martes, 11 de septiembre de 2007

Telenovela de Sueño

martes, 11 de septiembre de 2007
Jorge Prendas

Muy recientemente hemos presenciado un capítulo más de la paupérrima novela que se llama “Bailando por un sueño”. Como todo buen “culebrón”, cada capítulo nos deja suspirando por lo que vimos, y sin respiración por lo que seguramente vendrá. Evidentemente nos presenta sus sorpresas, claro ejemplo de ello fue lo sucedido con la eliminación de varios de los participantes, de acuerdo con las reglas claramente estipuladas en el programa de que se eliminaría semanalmente una pareja, pero que la televisora de turno ante la perspectiva poco aliciente de una finalización demasiado precipitada del programa, revivió por arte de birlibirloque a la totalidad de los participantes, en cuenta la pareja que esa misma noche había resultado apartada del show. Lo patético del episodio consiste en que después del anuncio tomado por el público ante las votaciones efectuadas, se les procedió a despedir (fanfarria de por medio, “llantos de cocodrilo” besos, abrazos) para cinco minutos más tarde, anunciar su nueva reincorporación al caprichoso programa, esta vez mediante besos, risas y aplausos. Más cerca de una mala telenovela mexicana imposible.

Claro, todos sabemos que las telenovelas son pésimas fantasías, y que en ellas los personajes no sufren realmente los sucesos presentados dado el carácter ficticio de las producciones, pero en el caso que nos ocupa de los “bailarines soñadores”, tenemos un drama de la vida real, más precisamente el drama que representa los niños enfermos, el de jóvenes drogadictos, de familias en estado grave de pobreza o de exclusión social, por añadidura podemos decir el drama de miles y miles de seres humanos que habitan nuestro país. Es evidente que la empresa televisora esta haciendo “clavos de oro” con el infortunio, marginación y abandono social de estas personas, lo que nos lleva a pensar que se va a entregar en realidad una miseria con respecto a lo que se van a ganar los dueños del espacio.

Evidentemente, la audiencia del programa alcanzará niveles inusitados, puesto que el pueblo actualmente requiere a gritos una “válvula de escape” para las infinitas congojas y tribulaciones de la vida cotidiana, pujando por espacios de disfrute fugaces donde reine un mundo de fantasía, derroche e hipocresía que representa una televisión en la que se puede admirar sin complicaciones, todo lo mejor del “VIP” nacional, manteniendo la esperanza a la vez de que algún día, por azares extraños del destino se pueda aparecer del otro lado de la pantalla chica.

El afán fetichizador y mercantilista del programa a quedado de esta manera al descubierto, lo cual no deja de ser asimismo parecido a una telenovela, en donde la calidad y destreza corporal de los bailarines es tan ausente como la de los actores. En lo que con seguridad ambos espectáculos van a ser muy diferentes, es que mientras en las telenovelas todos quedan normalmente contentos y jubilosos, aún los más pobres, en la versión de nuestra tiquicia las cosas permanecerán siendo idénticas. Lo que nos atrevemos a sugerir es que el programa cambie su nombre, y en vez de llamarse “Bailando por un sueño” se llame el “El boulevard de los sueños rotos”.

0 comentarios:

 
Asociación de Estudiantes de Filosofía UCR. Design by Pocket