Fueron palabras violentas, palabras de inconformidad pero no con vos sino con el laberinto y los cadáveres exquisitos que deja el minotauro, y con la pretensión, o más bien obstinación, de portar el hilo que, contrariamente a salvar, extenúa. ¡Que entonces vivan los cadáveres exquisitos! Que sean cadáveres danzantes, esqueletos mexicanos celebrando su día, celebrando la resistencia a muertes impuestas.
No comprendés el laberinto del cual intentás salvar a muchos. Creés que un hilo, un fino hilo, los guiará. Pero te ahorcás con el, lo colocás placenteramente alrededor de tu cuello y con las propias manos te asfixiás. Evadís salvar la propia vida. Por eso sólo Dionisio con un beso borracho te puede devolver el aliento.
Que cobarde Ariadna. Tus fantasmas te dominan. La razón te aplasta el cuerpo.
...adri...
sábado, 23 de febrero de 2008
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