martes, 17 de abril de 2007

Comentario de texto: parágrafo 7 de la "Estética Trascendental" de la CRP

martes, 17 de abril de 2007





Versión 2:
Realizada por Adriana González Serrano







Habiendo expuesto en páginas anteriores su teoría del espacio y del tiempo como intuiciones puras de la sensibilidad, Kant la explicita en este parágrafo como la base de su idealismo trascendental defendiéndola de objeciones, contraponiéndola a otras teorías sobre el espacio y el tiempo, justificándola y otorgándole un lugar decisivo en su empresa a solucionar el problema general de la crítica: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?


En analogía con la teoría del espacio, Kant comienza afirmando que el tiempo tiene realidad empírica mas no absoluta ni trascendental, es decir, tiene idealidad trascendental. A grandes rasgos, esto quiere decir que el espacio y el tiempo existen únicamente como pertenecientes a una estructura subjetiva cognitiva por medio de la cual conocemos las cosas como fenómenos. Aún más: esta estructura posibilita y condiciona la experiencia en general.


Podemos estar de acuerdo con que lo cognoscible pasa por quien conoce. Por eso Kant establece al sujeto como condición de posibilidad del conocimiento, llegando a sistematizar toda una estructura subjetiva cognoscitiva y con ella fundamentar el conocimiento. Pero antes es pertinente precisar la idea. En Kant, lo cognoscible es lo científico. Y lo que otorga cientificidad a un conocimiento es su universalidad y su carácter necesario, su validez para todos y cada uno de los seres humanos, así como su “así y sólo así”… lo que tenga de a priori, es decir, lo que sea independiente a la experiencia. Aunque todo conocimiento comience con la experiencia, aunque ésta despierte la facultad de conocer, no todo procede de ella, no todo se fundamenta en ella. Kant distingue entonces entre conocimiento a posteriori, cuya fuente es la experiencia, y conocimiento a priori, cuya fuente es el sujeto, un sujeto sin experiencia, o mejor dicho, un sujeto epistemológicamente anterior a la experiencia que la posibilita como tal. Esto es el quien que conoce de Kant.


La “Estética Trascendental” trata de los principios a priori de la sensibilidad como condiciones de posibilidad de la experiencia, y por lo tanto, del conocimiento. La sensibilidad es la facultad cognoscitiva del sujeto receptora de representaciones, representaciones que re-presentan espacial y temporalmente las cosas por medio de la intuición. Cuando una cosa cualquiera nos es dada a través de los sentidos corporales, inmediatamente intuimos que está en un lugar y que acontece en un momento. De aquí se desprenden varias cosas. Primero, no nos re-presentamos las cosas como tales sino simplemente sus fenómenos; no tenemos acceso a la cosa en sí sino al fenómeno; no conocemos las cosas con independencia de la estructura cognitiva. Recordemos: lo cognoscible pasa por quien conoce. Segundo, espacio y tiempo son intuiciones puras o a priori de la sensibilidad, de la estructura subjetiva cognoscitiva con la cual tenemos acceso a los fenómenos. Las intuiciones puras dan forma a la materia, o mejor dicho, son la forma de la materia. Y esta forma es estrictamente subjetiva. Por su lado, el espacio es la intuición (inmediata) externa de los fenómenos, es decir, el sujeto intuye que los fenómenos están “fuera” de él ocupando un espacio: los ordena fuera de él, determina sus figuras y magnitudes, así como las relaciones espaciales que puedan tener con otros fenómenos. El tiempo, en cambio, es la intuición (inmediata) del sentido interno, es decir, el sujeto se intuye a sí mismo y a su estado interior, ordenando los fenómenos en relaciones temporales pero tomando como referencia a sí mismo (¿es el tiempo la forma de tomar conciencia de sí mism@, es la posibilidad de una auto-conciencia?) Advertimos entonces que son necesarias las representaciones del espacio y del tiempo para precisamente tener experiencia, es decir, un orden de las impresiones sensibles. Recordemos que estamos hablando de la sensibilidad, por lo que el orden es sólo espacial y temporal, no lógico.


Tercero, el que espacio y tiempo sean intuiciones significa que el sujeto se representa inmediatamente, como lo mencionamos antes, los fenómenos en un lugar y en un momento. Además, el sujeto no se representa por medio de las intuiciones generalidades, como lo haría por medio de los conceptos, es decir, a través del entendimiento. Las intuiciones no sintetizan la diversidad de la materia sino que representan algo único. De aquí que Kant diga que nos representamos un espacio y un tiempo únicos, al modo newtoniano. Ahora, esto no significa que el espacio y el tiempo existan con independencia del sujeto, que sean entidades reales fuera del sujeto. Aquí se distancia, claramente, de Newton. El espacio y el tiempo son las formas puras o a priori de la sensibilidad y que pertenecen a la estructura subjetiva cognoscitiva, por lo que no existen con independencia al sujeto.


Volviendo específicamente al parágrafo 7, Kant reconoce las objeciones de estos asientos de su idealismo trascendental e intenta responderlas, advirtiendo los supuestos en los cuales aquellas se basan. Refiriéndose al tiempo, la objeción es la siguiente: “las modificaciones son reales, como lo demuestra el cambio de nuestras propias representaciones, aunque quisieran negar todos los objetos externos juntamente con las modificaciones (es decir, la modificación o el cambio pasan, son reales). Ahora bien, las modificaciones sólo son posibles en el tiempo. En consecuencia, el tiempo es algo real” (A37).


En el parágrafo 5 Kant había presentado la función trascendental del tiempo como posibilidad del cambio y del movimiento. Podríamos decir que comprendemos el cambio y el movimiento en relación al cuerpo, o mejor dicho, tomando en cuenta la vivencia en el mundo de la corporalidad que somos, al modo de Merleau-Ponty y otros fenomenólogos. Pero Kant supone una estructura subjetiva cognitiva que es capaz, apriorísticamente, de intuir-se internamente para ordenar temporalmente y posibilitar la comprensión del cambio y del movimiento de los fenómenos, a los cuales intuye externamente por la representación a priori del espacio. El tiempo tiene realidad formal, existe como forma del sentido interno, como forma subjetiva de intuir-se y de intuir su estado interno, posibilitando la determinación de las relaciones temporales. Esto porque las representaciones en el sujeto se dan simultánea y sucesivamente, y por medio de la intuición las ordeno espacial y temporalmente, respectivamente. El sujeto, al poner intuir-se e intuir su estado interno, puede intuir las representaciones sucesivas de los fenómenos y así determinarlas para ordenar temporalmente los fenómenos. Por eso responde: “el tiempo es, efectivamente, algo real, a saber, la forma real de la intuición interna… El tiempo ha de ser considerado como real, no en cuanto objeto, sino en cuanto modo de representarme a mí mism@ como objeto” (B54), como fenómeno. El tiempo es real empíricamente, es decir, como condición de posibilidad de los fenómenos, incluso del mismo sujeto como fenómeno.


El tiempo es real porque pertenece a la estructura subjetiva cognitiva, y específicamente, a la sensibilidad, a las condiciones de la sensibilidad. Si no hubiera sensibilidad no estaríamos hablando ni del tiempo ni de las modificaciones. De aquí que Kant negara la realidad absoluta, objetiva o trascendental del tiempo, es decir, fuera e independientemente del sujeto. El tiempo no es inherente a los objetos mismos, sino simplemente al sujeto que los intuye (A38).


Kant justifica la objeción hecha a la teoría del tiempo: pueden negar la existencia de los objetos exteriores (idealismo) y afirmar que sean sólo fenómenos. De esta manera pueden negar la realidad objetiva del espacio. Pero, opina Kant, no pueden así con el sujeto, y por lo tanto, con el tiempo. Como advertimos anteriormente, a través de la intuición interna (el tiempo) el sujeto termina siendo un fenómeno más porque llega a intuir-se y a intuir su estado interno. Es decir, pasa por la sensibilidad, y lo que esta da son únicamente fenómenos. Y sí –contesta Kant– en esta parte de la crítica estamos hablando sobre la estética trascendental, sobre la sensibilidad… sobre fenómenos, no sobre apariencias –como explicaría en el parágrafo 9– o cosas en sí. Al fenómeno se le niega realidad objetiva o trascendental, pero no se le niega realidad en cuanto está relacionado al sujeto. Ahora, ¿Kant no llega a morderse la cola cuando habla sobre la sensibilidad como facultad del sujeto y como la condición de posibilidad de los fenómenos, al terminar refiriéndose del sujeto como fenómeno? Aquí tendríamos que volver a recordar que estamos hablando sobre la sensibilidad –como el mismo Kant respondería– y por lo tanto sobre fenómenos, pero además y precisamente, sobre sus condiciones de posibilidad, que en definitiva es el sujeto… ¿cómo puede ser también fenómeno? ¿Cambia esto cuando hablamos sobre el entendimiento, como parecería indicar uno de los últimos párrafos del parágrafo 8[1]?


En todo caso, Kant establece con este parágrafo que espacio y tiempo son la condición de posibilidad de la sensibilidad, y por lo tanto, de toda experiencia. Y como todo conocimiento a priori o posteriori se refiere a objetos, y por lo tanto, a intuiciones, espacio y tiempo son la condición de posibilidad del conocimiento. A diferencia de otras teorías sobre el espacio y el tiempo –empiristas, naturalistas, realistas y metafísicas– la kantiana da razón de la posibilidad de conocimientos matemáticos a priori, ni hacer concordar de forma necesaria las proposiciones empíricas y las afirmaciones matemáticas (A41 B58). Aquí Kant comienza a responder a cómo son posibles los juicios sintéticos a priori, cómo es posible la matemática y la física pura, cómo puede ser posible una metafísica no dogmática que se constituya como ciencia. Esto no quiere decir que toda construcción de conocimiento deba tener únicamente juicios a priori, pero sí los debe tener como principios. Ya lo había dicho en la “Introducción”: la matemática y la física contienen juicios sintéticos a priori como principios. La metafísica, y en definitiva la filosofía, si quiere hablar con propiedad sobre el mundo y sobre el ser humano, debe hacerlo científicamente, debe contener juicios sintéticos a priori, ya que “el objetivo final de nuestro conocimiento especulativo a priori se basa por entero en semejantes principios sintéticos o extensivos. Pues aunque los juicios analíticos son muy importantes y necesarios, solamente lo son con vistas a alcanzar la claridad de conceptos requerida para una síntesis amplia y segura, como corresponde a una adquisición realmente nueva” (B14). Esto porque los juicios analíticos no añaden nada nuevo al concepto A, únicamente lo descompone en conceptos parciales B contenidos implícitamente en A. En cambio, los sintéticos añaden al concepto A nuevos conceptos B no contenidos en A, y esta añadidura la posibilitan las intuiciones puras del espacio y del tiempo. De esta manera un conocimiento matemático como la geometría es posible, por ejemplo, además de que el conocimiento en general, el conocimiento en definitiva científico, pueda ampliarse.



[1] “O bien habría que rechazar la existencia de un sentido interno, o bien el sujeto que es objeto de dicho sentido únicamente podría ser representado por éste como fenómeno, no como el sujeto juzgaría de sí mismo si su intuición fuera simple actividad espontánea, es decir, si su intuición fuera intelectual. Toda la dificultad reside sólo en saber cómo puede un sujeto intuirse interiormente a sí mismo… Pero la forma de la intuición, que se halla previamente en el psiquismo, establece, en la representación del tiempo, el modo de estar reunido lo diverso en el psiquismo, ya que entonces éste se intuye, no como se representaría inmediatamente con su actividad propia, sino del modo según el cual es afectado interiormente y, por tanto, no tal cómo él es, sino tal como se manifiesta a sí mismo” (B68-B69).

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