martes, 3 de abril de 2007

La historia intensiva y el nuevo materialismo. Deleuze y De Landa

martes, 3 de abril de 2007
CUADERNOS DIGITALES :
PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA DE HISTORIA, ARCHIVÍSTICA Y ESTUDIOS SOCIALES.

Valverde Sergio. La Historia Intensiva y el Nuevo Materialismo: Deleuze & Landa
VOL 9. No.25. NOVIEMBRE DEL 2004. UNIVERSIDAD DE COSTA RICA. ESCUELA DE HISTORIA.

La Historia Intensiva y el Nuevo Materialismo
Deleuze & De Landa

Sergio Valverde
Profesor de Filosofia,
Minneapolis-St. Paul, Estados Unidos

I. I. No-Linearidad y Evento

La interacción de las ciencias naturales con las ciencias sociales o “ciencias del espíritu” ha sido corriente desde los comienzos de la modernidad. Ya Gadamer había visto la posibilidad de la hermenéutica ante las ciencias, donde las ciencias positivas o físicas serian uno de los últimos campos de aplicaciones hermenéuticas. Por ejemplo, en el siglo XVII, la mecánica clásica y el principio del equilibrio de Newton influyeron en el siglo XVIII sobre la economía de los liberales, la lingüística francesa o la biología del tiempo. Ejemplos de estas interacciones entre saberes en la modernidad clásica los encontramos en la obra de Michael Foucault Igualmente, en el siglo XIX, los planteamientos clásicos informan la critica marxista de la economía política y en los albores del siglo XX, la teoría de la relatividad como la mecánica quántica informan los planteamientos de la economía financiera, etc. Esta física del no-equilibrio había comenzado ya con la unificación final de Hamilton y la termodinámica clásica. Sin embargo, común a estos planteamientos podemos distinguir dos características o herencias de la física clásica: 1) los sistemas dinámicos tienden al equilibrio, 2) el tiempo juega un papel extrínseco en la estructura de dichos sistemas. En cuanto, al primer planteamiento, la consecuencia es que los sistemas son teleológicos, es decir, tienen un solo resultado o fin; en cuanto al segundo, el tiempo no juega un papel intrínseco que puede afectar el resultado de las estructuras, ya que en la naturaleza no hay tiempo. Pero con el descubrimiento reciente de la termodinámica lejos del equilibrio, nuevas posibilidades epistemológicas o hermenéuticas se abren para las ciencias naturales y sociales en particular, ya que la sociedad es un excelente ejemplo de como trabajan los sistemas dinámicos, no lineales o catastróficos (en el sentido matemático-topológico que le asigna Rene Thom).
Estos sistemas dinámicos pueden inscribirse en un campo mas grande llamado “ciencia no lineal” donde por supuesto podemos incluir la historia, como lo hace Manuel de Landa[1][1], en el cual el presupuesto básico no es el equilibrio o trayectoria de A a B, sino la bifurcación hacia otros resultados o puntos que nada tienen que ver con las representaciones geométricas dentro del universo euclidiano de progresión ordenada. Lo lineal se refiere a objetos euclidianos: puntos, líneas, planos, etc. O a una historia euclidiana: etapas, progreso, secuencias. Por ejemplo, la función básica de la geometría euclidiana es f (x+y) = f(y) = f(x) o la equivalencia f (ax) = af(x). Los resultados son equivalentes y previsibles y se inscriben dentro del terreno de lo idéntico. Pero los sistemas no lineales son la negación de lo lineal donde el resultado es completamente desproporcional de la suma entre x + y. Estos sistemas dinámicos tienen otra característica mas profunda que la simple linealidad (que es cuantificable) y es el enfoque en lo intensivo y lo cualitativo como origen de la forma que en lo extenso y cualitativo (con lo cual Descartes redujo todo el mundo físico). Esta intensidad la podemos ver en propiedades como la temperatura, densidad, superficie (lisa o áspera) que no es cuantificable. Si por ejemplo, tomamos un litro de leche fría (unos 10 grados centígrados) y lo dividimos entre medio litro y medio litro, la temperatura no se afectara debido a la división de la cantidad, la intensidad queda igual. Y por eso, la intensidad –como propiedad más intima de la materia- y las diferencias entre intensidades son lo que dan origen a las formas físicas, o como explicare también, históricas, una vez que aplicamos este concepto a dicho ámbito. Por ejemplo, como todos sabemos, cuando una masa de aire frío choca con una masa de aire caliente (diferencia de intensidades o fuerzas), se formarán fenómenos atmosféricos específicos (dependiendo de la diferencia y grado de intensidad). En este sentido, desde una historia puramente material de la tecnología, podemos decir, por ejemplo, que los seres humanos no inventaron las máquinas, sino que los fenómenos atmosféricos son ya máquinas. Los huracanes, por ejemplo, tienen el mismo diagrama con que los ingenieros construyen máquinas de vapor (reservorio de calor, opera mediante diferencias termales, circula energía y materiales a través del ciclo de Carnot, etc.)[2][2] En este sentido, la diferencia inmanente de intensidades constituye el origen de la morfogénesis y no la identidad de lo extenso, o sea, la imposibilidad de ocupar al mismo tiempo el lugar de otra cosa. Las formas no se explican por el lugar que ocupan sino por las fuerzas que la producen que son flujos constantes de materia y energía. El marxismo, por ejemplo, explica la forma social por el conflicto entre dos fuerzas, pero resulta que la negación dialéctica es una forma primitiva de explicar esta diferencia de fuerzas porque se centra en los estados dialécticos más que en los flujos-fluidos de energía. La idea general con estos ejemplos es que en sistemas complejos, como la sociedad, la economía, la biología o la metereología, las intensidades son más importantes en la explicación de sus respectivos eventos que las estadísticas cuantitativas. Ergo, la inutilidad en ciertas ciencias sociales, como la ciencia política de tendencia empirista, en cuantificar el “avance democrático en las sociedades” mediante estadísticas de bienestar de vida o numero de personas que tienen acceso a las urnas. Por tanto, el desplazamiento epistemológico radica en el movimiento hacia la intensidad y la naturaleza no-aritmética del tiempo, como vemos en la polémica de Bergson contra Kant en cuanto al tiempo como intuición vital y no como intuición matemática. De Landa apunta respecto a la concepción clásica del tiempo como tiempo absoluto o intuición a priori: “Para estar seguros, esta pintura estática e intemporal de la realidad no estuvo ausente de polémica dentro de la ciencia, pues la termodinámica había ya introducido una flecha del tiempo que se confrontaba con la concepción simétrica de la mecánica clásica, donde el pasado y el futuro eran intercambiables. Sin embargo, como la historia de la mecánica estadística pone en claro, ha habido mucho esfuerzo científico en nuestro siglo (XX) en reconciliar la asimetría temporal al nivel de grandes agregados con la todavía aceptada simetría al nivel de agregados individuales”[3][3].
La metáfora termodinámica “flecha del tiempo” alude al papel intrínseco que la situación y el contexto temporal juegan en los procesos físicos irreversibles. Si la naturaleza se compone de dos tipos de fenómenos: los reversibles (ciclos) y los irreversibles (eventos), la termodinámica lejos del equilibrio estudia estos últimos centrándose no en su repetición cuantitativa sino en su diferencia intensiva. Toda la ciencia clásica toma la reversibilidad como su presupuesto fundamental olvidándose del tiempo como un elemento importante en el conocimiento. De la misma manera, las ciencias sociales y la filosofía han estado sujetas a este modo idéntico e intemporal de conocimiento, por la influencia del trascendentismo platónico y la escatología cristiana. Dentro de la ciencia, las leyes newtonianas, las ecuaciones maxwellianas, la relatividad de Einstein y aún la física cuántica permanecen inalteradas si introducimos una noción material, no-intuitiva del tiempo. Los procesos irreversibles, que llamaremos “eventos” posteriormente, son aquellos que van en un solo sentido hacia el futuro, no son intercambiables con el pasado. Esta irreversibilidad se puede explicar también en el sentido que un sistema no-lineal empuja el objeto mediante eventos hacia un futuro completamente diferente. La química, cuestionada como menos fundamental y derivada de la física cuántica, es un excelente ejemplo de ciencia irreversible. Podemos sumariamente enumerar las diferencias sistémicas entre uno y otro sistema de la siguiente manera: Cronologismo vs. "acronismo”: en los sistemas irreversibles el tiempo posee estructura ontológica y no solamente epistemológica, es decir, juega un papel fundamental, material en los acontecimientos físicos. Inestabilidad vs. Estabilidad: en la ciencia intensiva, la inestabilidad es el campo de las fuerzas. Es donde éstas juegan un papel activo como diferencia de intensidades o voluntades en la configuración de la representación (Nietzsche). Mientras que la ciencia clásica es el campo de las representaciones extensas, la irreversibilidad es el campo de la lucha entre fuerzas. La ciencia clásica depende de la estabilidad dada por los presupuestos absolutos (Newton), mientras que nuestra ciencia puede considerarse como un campo agonístico. Colapso vs. Perfección en el Equilibrio: el equilibrio como ideal ontoteológico de la ciencia y la moral significa la muerte de la voluntad o el fin del evento. En la ciencia lejos del equilibrio, éste significa una imposibilidad matemática debido a la complejidad de las bifurcaciones. El equilibrio ni siquiera se considera como un ideal regulador como en la entropía de la termodinámica clásica. Y lo podemos ver muy bien en los asuntos políticos internacionales. El Nuevo Orden Mundial o la Globalización puede ser el resultado ideológico mundial del sistema económico liberal del equilibrio (Smith-Newton), aun cuando su dinámica interna financiera se asemeje a los sistemas reflexivos e irreversibles. El resurgimiento del terrorismo ante el globalismo es la manifestación del colapso en un sistema de “equilibrio”. Como dice Baudrillard, “es el mundo luchando consigo mismo” debido a la imposibilidad de lo universal, “donde un sistema cuyo exceso de poder crea un reto insoluble, el terrorismo responde mediante un acto definitivo que no puede ser parte del circuito del intercambio”[4][4]. Dicho circuito de intercambio es el de lo reversible. Las equivalencias son las fórmulas cíclicas por excelencia. Todo aquello que se sale del circuito del intercambio, -como forma social e ideológica de la identidad (Adorno)[5][5]- es el evento, la no-identidad que resulta de un exceso en el sistema de la economía de lo real. (Autores como Zizek arguyen que precisamente en la ruptura del intercambio o la equivalencia es donde reside el sujeto como el lugar de la imposibilidad de la igualdad, como la entidad excesiva, contrario a los clásicos materialistas del sujeto como reflejo de la realidad o el deconstruccionismo como indecibilidad del sujeto). La escatología judeocristiana de la deuda y restitución última contribuye a esta cosmología moral del intercambio en la ciencia occidental. Apertura vs. Clausura del Sistema: la no-linearidad por definición no se cierra, la irreversibilidad se transforma en otra y otra, el evento permanece abierto en sus consecuencias, influyen en ellas. Contrario al ciclo repetitivo, cerrado per se, el evento científico o social se expande por “rizomas” “que no son reductibles ni a lo Uno ni a lo múltiple. No es el Uno que deviene dos o tres o cuatro, etc. Ni es el múltiple derivado del Uno, o al que Uno se le suma (n+1). Se compone no de unidades sino de dimensiones, o mejor direcciones en movimiento. No tiene ni comienzo ni fin sino siempre un medio (milieu) del cual crece y se derrama”[6][6]. Un ejemplo son las revoluciones como eventos radicales de la sociedad que aún en su poshistoria o aniquilamiento (Rusia) poseen consecuencias todavía visibles. De ahí la diferencia política entre evento revolucionario y pseudo-evento totalitario (repetición disfrazada de novedad, ciclo disfrazado de cambio), la evidencia de como el totalitarismo orquesta el evento como representación, teatro, simulacro sentimental o retórico (la Alemania Nazi) para que nada cambie: “¿Cómo podemos demarcar la línea entre evento verdadero y su apariencia? ¿Podemos caer en la división metafísica entre Verdad y su apariencia? La respuesta está en el modo como el Evento se relaciona con la Situación cuya Verdad articula”[7][7], pues para que el evento sea auténtico debe cambiar la situación, de modo que la verdad científica o política del evento irreversible reside en sus consecuencias, como producto de una decisión colectiva o de la materia misma. “Decisionismo material”, ¿cómo la materia decide en el proceso físico o histórico?[8][8] Muchos fenómenos, en geología, meteorología, biología, economía y sociología, emergen espontáneamente por el juego entre la intensidad abierta de diferencias. De alguna manera, es la parte activa de la materia. Nuestra clásica visión esencialista ve la materia como un receptáculo inerte de formas que vienen de fuera (esencias trascendentales desde Platón hasta Husserl). . En la visión intensiva, la materia posee sus propios recursos inmanentes e intensivos que generan la forma desde adentro: “En la mayor parte de la historia, la materia ha sido una preocupación de la metafísica más que de la física, y los materiales de ninguna. Lo mejor que pudo la física clásica es convertir la materia en masa, mientras que la química descubrió el átomo y perdió el interés en las propiedades de la materia… (Tanto en la especulación metafísica como en la investigación científica), la sensibilidad a la maravillosa diversidad de los materiales reales se perdió, primero porque el pensamiento filosófico despreciaba los sentidos; después, porque la nueva ciencia (Galileo, Copérnico, Newton) solo podía tratar con una cosa a la vez. Era atomista, o al menos simplista, en su propia esencia.”[9][9] Estas cualidades activas de la materia las veremos cuando estudiemos la historia desde ópticas no-humanas sino puramente materiales: geológicas, biológicas y lingüísticas: “Los centros urbanos (por ejemplo) y los organismos vivientes deben ser vistos como diferentes sistemas dinámicos que operan lejos del equilibrio, esto es, atravesados por flujos más o menos intensos de energía que provocan sus metamorfosis únicas…La morfogénesis urbana ha dependido, desde sus comienzos en el Creciente Fértil, en la intensificación del consumo de energía no-humana.”[10][10] En esta breve introducción sobre la no-linearidad e irreversibilidad, el objetivo del artículo es explorar una teoría de la historia (DeLanda) que ve la materia pura (viento, rocas, ciudades, bacterias, palabras, etc.) como expresión de la misma masa de energía que la historia humana. De acuerdo a esta versión “neo-materialista” de la historia, la realidad se debe entender de manera, compleja, heterogénea y no-esencialista. Antes de entrar en dicha teoría de la historia (III), quisiera considerar la ontología del evento, la intensidad y lo virtual tal y como aparece en Gilles Deleuze y Felix Guattari como marco conceptual de esa historia “inhumana” de las intensidades (II).

II. II. Lo Real, lo Virtual y su Intensidad

El marco ontológico sobre el cual la historia no-lineal de DeLanda se basa es en la filosofía de Gilles Deleuze, quien trata de fundar una ontología de la diferencia: immanentista y anti-esencialista. Según Deleuze, la génesis de la forma no es trascendente pero inmanente a la materia misma. Al tomar el postulado de Spinoza según el cual Dios es causa inmanente del mundo, Deleuze intenta describir como todos los procesos reales provienen de la materia misma y no según una inteligencia exterior a ella. En este materialismo radical, las nociones de realidad y posibilidad se redefinen. Según la visión clásica, todas las posibilidades están contenidas en la materia misma. La potencia específica de cada objeto está ya contenida en su naturaleza actual (Aristóteles). Si el futuro es meramente la modalidad del tiempo donde las posibilidades determinadas previamente se actualizan, entonces la innovación verdadera es imposible. El tiempo es indiferente. Deleuze, entonces, toma de la filosofía de Bergson el tema de la virtualidad para distinguirlo de la mera potencialidad. Según la potencia, las esencias predefinidas se actualizan según su parecido a la idea fundante.. Según lo virtual, lo actual nada añade a la potencia, excepto realidad. No hay diferencia entre una esencia concebida y una esencia realizada, es decir, no hay diferencia entre realidad y pensamiento. La identidad abarca la totalidad del espacio y del tiempo. La diferencia, por otro lado, entre lo virtual y lo real es que el parecido, o la semejanza, entre ambos desaparece. Lo naturaleza de algo define su potencialidad, pero no su virtualidad. La posibilidad difiere de la virtualidad en cuanto a su relación semejante con lo real. En los sistemas reversibles hablamos de lo real y lo posible: todo lo contenido en lo real es también su posibilidad (Leibniz). En los sistemas morfogenéticos o irreversibles hablamos, pues, de lo actual y lo virtual para así dar campo a una ciencia que introduzca el tiempo en su interior. Esta relación entre lo virtual y lo real es de co-presencia: si la potencia es algo futuro a lo real pero contenido en ello, lo virtual es co-presente a lo real pero diferente a éste. Por ejemplo, la potencialidad de una cosa reside en que cualquiera de sus propiedades materiales se actualicen mañana: el niño deviene hombre, etc. Pero según lo virtual, hay ciertas propiedades que efectivamente corresponden al objeto, pero no son materiales. La unidad, por ejemplo, se predica de los objetos pero no es una propiedad material. Kant consideraba la unidad como una de las categorías trascendentales del conocimiento, pero éstas últimamente se fundan en el noúmeno, el no-conocimiento. Por eso el apriorismo kantiano y la imposibilidad (antinomias) de demostrar las categorías según el mismo entendimiento que las predica.
Esta unidad, considerada trascendentalmente por Kant como categoría, Deleuze la considera inmanentemente como virtualidad, esto es, perteneciente a la materia misma y no puesta desde el exterior por un entendimiento trascendental. En la virtualidad, el mismo origen produce formas diferentes no contempladas por la potencia: burbujas de jabón, cristales, embriogenésis, movimientos migratorios, transacciones económicas, etc. La imposibilidad predictiva de la historia está en que los fenómenos históricos carecen de potencia, pero están llenos de virtualidad. Si se quiere trascender el positivismo histórico así como la filosofía de la historia, creo que una teoría del evento puede ser fecunda pues lidia con estos procesos inmanentes explicándolos y no solo describiéndolos. Lo virtual es igual de real que lo real a diferencia de la potencia, deviene real mediante la actualización pero es real de manera nueva. A diferencia de la ontología clásica, lo virtual introduce una ontología de la novedad y de la espontaneidad, alejado del causalismo filosófico que es incapaz de explicar el dinamismo inmanente de la materia.
Lo virtual es el concepto central de la ontología de la diferencia. Lo que nosotros vemos negativamente como contradicción, la diferencia la postula positivamente como novedad. Si el idealismo moderno define al mundo-en-sí como incognoscible y el relativismo lo define como construcciones mentales, sociales o lingüísticas, el realismo de Deleuze defiende la autonomía del mundo real sin adecuarlo al intelecto como el realismo medieval. El mundo es diferente del pensamiento, no adecuable ni representable por él. En épocas pasadas, esta posición estaba definida como irracionalismo, pero lo que Deleuze postula es un realismo no-esencialista donde la diferencia es el “fundamento” de la realidad: “La diferencia no es diversidad. La diversidad está dada, pero la diferencia es aquello por lo cual lo dado está dado… La diferencia no es un fenómeno, sino el noúmeno más cercano al fenómeno… Cada fenómeno se refiere a una desigualdad por la cual está condicionado… Todo lo que pasa y todo lo que aparece está correlacionado con órdenes de diferencias: diferencias de nivel, temperatura, presión, tensión, potencial, diferencia de intensidad.”[11][11]
Antes de profundizar en lo virtual, Deleuze define la relación entre repetición y diferencia que nos puede ayudar también a definir las diferencias entre ciencia lineal (ciclos) y ciencia no-lineal (eventos). Según la ontología clásica, la diferencia es identidad no auto-consciente (Hegel), es decir, la diferencia es la contradicción o negación dentro del sistema de la identidad. Es una identidad falsa. Esta ontología subordinaba el devenir de la diferencia en el sistema de la identidad. Para Deleuze, es la identidad o repetición la que se deriva de la diferencia. Existen dos clases de repetición: una es la repetición desnuda “cuando nos confrontamos con dos elementos idénticos con exactamente el mismo concepto”, dos gotas de agua. La otra es la repetición secreta, más profunda que es condición de la primera: es la repetición que se constituye a sí misma como repetición, como puro movimiento. La primera repetición no es conceptual, la segunda es puro movimiento que como tal esconde la diferencia que habita en la misma repetición. La diferencia del puro movimiento es lo que produce la apariencia de repetición, pero dicha realidad no es cognoscible desde lo cuantificable sino desde lo intensivo. La repetición, según lo cuantificable, es considerada como una sucesión de momentos iguales puesto que no considera el tiempo. Por lo tanto, para considerar la repetición según la diferencia, debemos reconsiderar la noción de tiempo importantísima para una teoría no-lineal de la historia y del evento. Para Deleuze existen tres modelos de tiempos: el empírico, el trascendental y el “trágico” que se inspira en Nietzsche y que según Deleuze, libera la repetición-tiempo del dominio de la identidad. El primer modelo consiste en la apreciación empírica de la repetición como ciclos, círculos donde las estaciones, los años son considerados así por puro hábito. El segundo modelo –trascendental (Kant)- considera el tiempo según la memoria que sintetiza los momentos en un pasado que nunca será presente, constituye el tiempo como una cosa-en-sí misma que nunca se adecuará a lo que realmente pasó pues es una síntesis hecha por la memoria. La repetición en este modelo trascendental-sintético del tiempo no es puramente pasiva como en la empírica, pero activa en el sentido que constituye ella misma la síntesis final de la memoria. En ambos casos, la repetición está subordinada a la identidad en el sentido que es un proceso derivado del tiempo. La sucesión cíclica de momentos como el “re-enactment” kantiano subordina el concepto de repetición como algo producido por el tiempo pero ajeno a él. Es la repetición de lo idéntico en un tiempo plano. El tercer modelo que Deleuze propone es adecuar la repetición con el concepto mismo de tiempo. Si los seres son esencialmente diferentes unos de otros, según el tiempo y el espacio, la repetición de los fenómenos siempre será diferente. El eterno retorno de lo mismo no significa la repetición de lo idéntico sino la repetición de la diferencia misma: la repetición del ser cuya naturaleza es su mismo devenir. Lo que siempre se repetirá es el cambio mismo. Aquello que existe como ser y unidad nunca volverá, lo que se repite es aquello que difiere de sí mismo. En el caso de la ciencia, lo que se repite no es el mismo fenómeno sino la emergencia de eventos. Si los fenómenos son virtuales y reales a la vez, lo que se repite es el cambio que lo virtual produce cuando irrumpe en lo real. La realidad temporal del fenómeno pertenece al presente (empírico) o al pasado (Kant), mientras que lo virtual que lo constituye pertenece al futuro. La virtualidad de la diferencia repetirá la realidad como cambio. El fin de la ontología de la diferencia es explicar el proceso puro del devenir de los seres sin adecuarlos a un esquema causal o hilemórfico (forma trascendente a la materia) sino ver su individuación como un movimiento de lo virtual a lo actual. En cuanto a la intensidad, ésta es el “lugar” de lo virtual: no se la experimenta como pura positividad o fenómeno sino que la intensidad es lo que produce el fenómeno, o mejor, su diferencia, la diferencia de intensidades. Lo extenso no es el origen del objeto, sino que es el resultado de la interacción entre dos intensidades presentes –pero virtualmente- en el objeto mismo. El movimiento de la diferencia intensiva (dos fuerzas) a la diferencia extensiva (dos objetos) es el movimiento de una diferencia energética atrapada en el movimiento del devenir a la diferencia extensiva o espacial en la cual las diferencias energéticas son anuladas y encubiertas por cualidades homogéneas e idénticas.

III. III. La Inhumanidad Histórica

¿Cómo podemos transcribir esta ontología de los eventos y la virtualidad al campo de la historia concebida en términos no-lineales? En primer lugar, podemos diferenciar tres aspectos para tratar la historia: 1. El campo de la reflexión histórica se amplía de la humanidad a los materiales brutos, no-humanos, el papel que juegan las rocas, las bacterias, las palabras en los procesos históricos, como materia que espontáneamente producen formas. 2. Al considerar estas nuevas variables “inhumanas”, la historia humana se aprecia como la realidad frente a la virtualidad que representa lo inhumano y 3. La vieja diferencia humanista entre naturaleza e historia desaparece. DeLanda describe tres campos que han jugado un importante papel en la historia humana y que amplía su enfoque en el sentido de considerar como algunos procesos históricos que anteriormente explicábamos mediante causas históricas son realmente expresiones de procesos no-humanos auto-organizados que han influido en el crecimiento de las ciudades de los últimos mil años. Estos campos son la geología, la biología y la lingüística (esta última considerada como humana pero que en realidad posee todas las características de los sistemas auto-organizados que encontramos en la naturaleza). La interacción de estos tres elementos como virtuales es lo que producen los eventos en la historia humana. DeLanda considera el urbanismo como el campo privilegiado de reflexión puesto que las ciudades en rápido crecimiento se asemejan mejor a los sistemas termodinámicos lejos del equilibrio que cualquier otra cosa en la historia humana. El isomorfismo entre los sistemas geológicos, biológicos y lingüísticos con la historia humana, se centra en tres perspectivas concernientes a las ciudades: primero, la perspectiva geológica se centra en el crecimiento de la economía urbana desde la interacción espontánea entre individuos e instituciones, así como el magma y la metereología determinan el crecimiento geológico de la Tierra. En segundo lugar, el punto de vista biológico que considera las ciudades como complejos super-organismos que viven de sus recursos ambientales y originan complejas interacciones entre humanos, animales y bacterias, así como los ecosistemas funcionan de igual manera autorregulándose. En último lugar, la historia lingüística de cómo los diferentes dialectos compiten y circulan de manera espontánea para dar lugar a las distintas lenguas nacionales y grupos étnicos. Estas interacciones no son explicadas desde un sistema clásico lineal sino desde dos claves importantísimas: la auto-organización espontánea y el evento impredecible, nuevo pero contenido en la forma histórica y no en sus propiedades materiales. En los tres casos, podemos ver que se trata de la interacción de diferentes intensidades dinámicas (individuos-instituciones, ciudad-ambiente, dialectos-lenguas nacionales) que producen diferencias espaciales y territoriales mediante eventos específicos claves. En biología, al igual que en historia, podríamos decir que se trata de antievolucionismo que reconoce al igual que Darwin o Spencer la competencia, pero que no es de ninguna manera homogénea y lineal. En vez de ver como la humanidad ha usado su ambiente para manipularlo según su voluntad, DeLanda revierte el enfoque en como lo humano ha sido determinado por lo inhumano en el acontecer de la historia:

“Desde el punto de vista de la dinámica no-lineal de nuestro planeta, la delgada capa rocosa en la cual vivimos y que llamamos nuestra tierra y hogar es tal vez el componente menos importante. En realidad, si esperamos lo suficiente, si podemos observar la dinámica planetaria en escalas geológicas de tiempo, las rocas y las montañas que definen las características más estables y duraderas de nuestra realidad, se disolverían en la gran lava subterránea de la cual aquellas son nada más que endurecimientos temporales. De verdad, dado que es solo una cuestión de tiempo para que una roca o montaña sea re-absorbida en los flujos auto-organizados de lava que controlan la dinámica de la litosfera, estas estructuras geológicas representan una desaceleración temporal de esta fluida realidad. Es casi como que cualquier parte del mundo mineral, pueda ser definido al especificar su composición química y su rapidez de flujo: muy lento para las rocas, más rápido para la lava… Similarmente, nuestros cuerpos y mentes individuales son meras coagulaciones o desaceleraciones en los flujos de biomasa, genes, memes y normas. Aquí también estaríamos definidos tanto por los materiales que temporalmente enlazamos y encadenamos en nuestros cuerpos orgánicos y mentes culturales, como por la escala temporal de dicha operación. Si se da la escala de tiempo suficiente, es el flujo de la biomasa a través de redes de alimentación lo que importa, así como el flujo de genes a través de las generaciones, y no los cuerpos o especies que emergen de estos flujos. Dada una escala de tiempo suficiente, nuestros lenguajes son también momentáneamente desaceleraciones o endurecimientos de un flujo de normas que dan origen a una multitud de estructuras diferentes. La visión de mundo totalizante que dicha “geo-filosofía” genera se pondría en una camisa de fuerza si se introduce una terminología especial”.[12][12]

La historia humana son mineralizaciones de flujos, simbiosis y competencia de la biomasa misma. Desde un punto de vista geológico –que es el más extenso- los fósiles humanos así como las ciudades extintas pertenecen a este flujo geológico, así como las extinciones por epidemias o las desapariciones de grupos lingüísticos como parte de una historia infinitamente superior a la humana. Todas estas cuestiones son irreversibles, como vimos, puesto que lo que se repite es el cambio, y la historia es el más perfecto sistema –además de la termodinámica- de un sistema lejos del equilibrio y autoorganizado. Precisamente, la ausencia de tiempo en las ciencias físicas y sociales se debe a la presencia de esa escala temporal infinitamente superior a la nuestra que es confundida por nosotros como repetición inerte. Lo que pasa es que el flujo infinitamente lento (geología) o infinitamente rápido (virus y bacterias) no son medibles por nuestra humanidad. Por ejemplo, como dice DeLanda: “Los centros urbanos, los organismos vivientes (y la historia geológica no son homeostáticas) no existen en un sistema de equilibrio interno sino que lejos del equilibrio, son atravesados por diferentes flujos de energía-materia que da origen a sus metamorfosis únicas”[13][13] En este nuevo concepto de historia, la no-linealidad (bifurcaciones complejas), el evento único producido por un flujo de masa energía virtual pero real da campo a una nueva concepción de tiempo y de humanidad, donde no es la identidad sino la intuición de la diferencia de cada momento como “repetición” de algo nuevo. La implicación epistemológica de la diferencia y la virtualidad da cuenta de un nuevo tipo de conocimiento que, además de explicar el mundo independiente de las esencias abstractas, no es representativo o espacial sino también producto de la actualización de las intensidades.

[1][1] Manuel DeLanda, A Thousand Years of Non-Linear History. Zone Books: 2000
[2][2] Manuel De Landa, « Geology of Morals : A Neo-Materialist Interpretation », Warwick University, 1995.
[3][3] De Landa, Manuel. “Deleuze and the Open-Ended Becoming of the World”, Conference "Chaos/ Control: Complexity", ZiF Bielefeld 27 de Junio, 1998

[4][4] Jean Baudrillard, “L’esprit du terrorisme”, Le Monde, 2 de Noviembre del 2001
[5][5] Theodor Adorno, Dialéctica Negativa, Taurus: Madrid, 1982: “La identidad es la forma originaria de ideología…. cuya forma social es el canje”.
[6][6] Gilles Deleuze & Felix Guattari, A Thousand Plateaux. University of Minnesota Press: Minneapolis- St. Paul, 1987. Diferencias posteriores entre sistemas reversibles e irreversibles son la estática vs. la dinámica y la exponencialidad de la irreversibilidad (xX +yy + zz) vs. la aritmética de lo reversible (x+2=y+2=z+2), etc.
[7][7] Slavoj Zizek. The Ticklish Subject: The Absent Centre of Political Ontology. Verso Books: Londres, 1999.
[8][8] Gregoire Nicolis and Ilya Prigogine: Exploring Complexity. New York: W.H. Freeman, 1989
[9][9] Cyril Stanley Smith. Matter Versus Materials: A Historical View. In A Search for Structure. (MIT Press, 1992). p. 115 citado por Manuel de Landa, “Uniformity and Variability: An Essay on the Philosophy of Matter”. Cf. Manuel DeLanda, “Immanence and Trascendence in the Genesis of Form”, South Atlantic Quaterly, 93:3 Duke University, Durham, 1996.
[10][10] Manuel DeLanda, A Thousand Years of Non-Linear History. p.28
[11][11] De aquí en adelante, me referiré a Gilles Deleuze, Difference and Repetition. University of Chicago Press.
[12][12] Manuel DeLanda, THE GEOLOGY OF MORAL: A Neo-Materialist Interpretation, p.3

[13][13] Manuel De Landa, A Thousand Years of Non-Linear History. P.28.http://http://www.ts.ucr.ac.cr/~historia/cuadernos/c-26his.htm

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