domingo, 15 de abril de 2007

El poema es una bella trasgresión

domingo, 15 de abril de 2007
Rolando Tellini Mora
La eternidad es la contemplación.
Instante cercano al ojo del animal
que todo puede abarcarlo siéndolo.

En el hombre es un sentimiento místico
que abruma, que aplasta la frágil carne,
desordena y alborota las certezas, las medidas
y lo que podría ser un puente de contacto
es el alejamiento del avión y la tierra,
es la corporalidad del vacío, que no es el mundo,
sino la dinamita del vacío en uno mismo;
romperse una y otra y otra vez
en el espejo que mira sin ojos
en el rostro que es un abismo hacia adentro
en un cuerpo caído de miedo, miseria, de ganas.

El hombre es todo cuanto está ausente
entre estas ciudades de piedra que no le reconocen,
frente a los demás y los espejos rotos
que sólo le observan hacia fuera, y no les es nada,
en las palabras que sólo piensan en sí mismas,
en las ciencias que no tienen sueños, sino pesadillas,
ausente en las identidades que le construyen
los estados, los mercados, los amos y sus poderes,
ausente también en todos los cuadros y las imágenes;
incluso el Hombre con mayúscula está ausente de hombre:
el concreto, el que respira y siente este vacío.

¿Y la mujer?
La mujer es una historia de lágrimas continuas...

Y cuando copulan el hombre y la mujer,
el hombre y el hombre, la mujer y la mujer, muchos,
lo que están copulando son el vacío y las lágrimas,
el vacío y su imagen, lágrimas que bañan otros cabellos,
el caos infinito de un dios inexistente.

Y cuando copulan como los libres animales
envueltos en la mística de sus ardientes cuerpos
sienten miedo. Mucho, mucho miedo.

Se alejan. Se ausentan. Y lloran amargos,
hasta que su avinagrada carne se torna polvo
y no pueden ya soportar la contemplación,
pues la única imagen que les devuelve la eternidad,
es la muerte que a todos nos inventaron,
(son los ojos del animal que nos sacaron)
cuando la vida que apostaron por nosotros
la perdieron, y nos duele tanto y nos mueren,
y ahora todos ausentes, ahora todos lloran
luego nacen y mueren, nacen... y mueren...
hasta que somos tú, lágrima sobre una mejilla
y yo, el vacío místico sobre este poema...

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