lunes, 16 de abril de 2007

Lectura Académica del Parágrafo 7 CRP, KANT

lunes, 16 de abril de 2007


Versión 1: Realizada por Rocío Zamora Sauma

Comentario de Texto:
Parágrafo 7 de la 'Estética Trascendental' de la Crítica de la Razón Pura


“Demasiada perfección es un error”

A. Jodorowsky, El Topo


En las secciones anteriores de la Estética Trascendental, Kant se dedica a delimitar el papel que juegan el espacio y el tiempo como condiciones a priori de posibilidad de toda experiencia posible. No obstante, más que una delimitación, esta sección de la “Critica de la Razón Pura” se encarga de mostrar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas, y, en este sentido, se mostrará que las matemáticas son posibles y obtienen el grado de ciencia gracias a que se basan en estas formas puras de la sensibilidad, a saber, en el espacio y el tiempo (formas a priori de la intuición y pertenecientes a todo sujeto). El espacio y el tiempo, si bien no fungen realmente como conceptos, es decir, su función en el conocimiento no es la función que tienen los conceptos (la de unificar lo diverso), Kant hace una exposición metafísica y otra trascendental del espacio y el tiempo como conceptos en su aparato teórico. En la exposición metafísica, había sostenido que el espacio y el tiempo son formas a priori que sirven de base a todas las intuiciones. Ellas son las que hacen posible tales intuiciones y por ello deben de estar supuestas, sino el conocimiento sería imposible. Es necesario sostener que el espacio y el tiempo son únicos e independientes de una exterioridad al psiquismo. En la exposición trascendental, sostuvo que el espacio y el tiempo son el garante de todos los conocimientos sintéticos a priori. Ni el espacio ni el tiempo existen por sí mismos, es decir, independientes de un sujeto, sino que son la forma del sentido interno y externo del sujeto. Por medio del espacio podemos intuir el exterior y por medio del tiempo podemos intuirnos a nosotros mismos.

Esta sucinta introducción nos servirá para comprender el parágrafo séptimo, ya que intenta explicar aquello ya planteado en los apartados anteriores. Para analizar el texto podemos separarlo en cuatro partes correspondientes con los cuatro párrafos que se proponen allí. En el primero, Kant presenta dos posturas, una es la de aquellos que consideran al tiempo como realidad empírica, y la otra, la de sus críticos y la propuesta del mismo Kant: la critica a esta concepción de un tiempo absoluto. A su vez se introducen y se recapitulan algunas cuestiones centrales para su exposición. En el segundo, se exponen las razones dadas por los que consideran al tiempo como absoluto y a su vez se plantea una critica a los detractores de la concepción absoluta del tiempo, pero en relación con su consideración concerniente al estatus del espacio. En el tercero, Kant propone el eje central del texto, a saber, ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? suponiendo haber dado ya las herramientas para demostrar lo anterior. En la cuarto, se propone una conclusión delimitando los objetos de la Estética Trascendental que son el espacio y el tiempo. Con ello, debemos de tener en cuenta que en cada párrafo se proponen argumento en contra y a favor de dichas propuestas en donde sus objetos centrales son los mismos objetos de la Estética Trascendental, a saber, el espacio y el tiempo como formas a priori de la intuición.

I. Contra la teoría que concede al tiempo realidad empírica, pero le niega realidad absoluta y trascendental.

El texto principia con el argumento mismo kantiano. El tiempo es real y no es independiente del sujeto. Seguidamente se refiere la postura que sostendrían quienes critican el que el tiempo tenga una realidad empírica y no así una realidad absoluta y trascendental. “Las modificaciones son reales, como lo demuestra el cambio de nuestras propias representaciones, aunque se quisieran negar todos los fenómenos externos conjuntamente con sus modificaciones. Ahora bien, las modificaciones sólo son posibles en el tiempo” (A37).

En este argumento se encuentran varias cuestiones, en primer lugar la noción de cambio o transformación. Si nos adelantamos al final del parágrafo veremos el sentido de esta cita. Kant en el último párrafo argumenta que para que podamos tener una noción del cambio, para que podamos percibir el cambio, por ejemplo, que una manzana se pudre; que fue de día y ahora es de noche, debemos tener al tiempo en nosotros, es decir, debemos de suponer a priori al tiempo, poder experimentar el que la manzana se pudra, el que en algún momento la manzana haya estado lista para comerla. El tiempo no se evidenciaría como un absoluto o una propiedad de la cosas, sino como transformación en la percepción de la misma. El que haya una transformación en el objeto, en la manzana es evidente, pero el estudio o la percepción del cambio en la manzana no incorpora nada sobre la manzana en sí, sino en tanto es percibida por un sujeto cognoscente, que la conoce.

El tiempo (y el espacio) no podría, si se va a tomar como basamento o como principio (inicio) del conocimiento, depender de las cosas, es decir, de la pudrición de la manzana o del transcurso del día. No. Es preciso que el tiempo sea independiente de los objetos.

Esto es lo que plantea Kant en la cita que se reprodujo. Las modificaciones son reales, esto lo verificamos en la experiencia, sin embargo aún si suspendiéramos nuestros sentidos y no recibiéramos ningún objeto, el espacio y el tiempo continuarían como formas puras de la intuición, como formas de lo posible, en donde la experiencia nos hace visibles esas formas, pero las requiere como a prioris; esto es, el tiempo no desaparece al desaparecer la manzana, al convertirse en elemento orgánico a la tierra, sino que, digámoslo así: el tiempo se muestra en diferentes niveles, como cambio, transformación, síntesis, etc. pero esa es su manifestación en nosotros, como nos percatamos del tiempo a través de los objetos, de los fenómenos.

Las modificaciones no pueden darse sino es en el tiempo. Deben suponerlo. La realidad del tiempo para Kant estaría coincidiendo con su carácter a priori, puro. Su realidad no supone una exterioridad al sujeto, por ello mismo es que Kant dice que las transformaciones son posibles, pues las podemos asegurar como afecciones de un sujeto que es temporal, que su estructura comparte la forma pura del tiempo y que por medio del tiempo es que adquirimos conocimiento de nosotros mismos: “Tiene pues realidad subjetiva con respecto a la experiencia interna, es decir, poseo realmente la representación del tiempo y la de mis determinaciones en él. El tiempo ha de ser, pues, considerado como real, no en cuanto objeto, sino en cuanto modo de representarme a mí mismo como objeto” (A34/B54).

Sabemos del tiempo cuando nos experimentamos, cuando nos intuimos y cuando intuimos los objetos como fenómenos. Determinamos el perecer de la manzana cuando la percibimos. El tiempo, de esta manera, no consiste en una propiedad o en un añadido del objeto, sino que funge como un foco luminoso que nos permite inteligir(nos). Su realidad es una realidad subjetiva, es decir una realidad del sujeto. Es el tiempo el que nos permite un doble movimiento, por un lado, nos hace posible (junto con el sentido externo, el espacio) el conocimiento de los objetos y, por otro lado, nos permite intuirnos a nosotros mismos. Va a “determinar la relación entre las representaciones existentes en nuestro estado interior” (B50), nos permite establecer conexiones al interior del psiquismo.

Más adelante, Kant estudia la posibilidad de que pudiésemos intuirnos sin la mediación de la sensibilidad, y plantea cuál sería la consecuencia de tal suposición: la imposibilidad de las modificaciones o incluso de cualquier representación. Si no tuviésemos esa facultad de la Sensibilidad no podríamos representarnos ni a los objetos ni a nosotros mismos. Requerimos que el tiempo tenga realidad empírica, es decir, “su validez objetiva en relación con todos los objetos que puedan ofrecerse a nuestros sentidos” (B52), para que aquellos puedan darse, representarse.

Esta realidad subjetiva quiere decir que me puedo representar al tiempo, ¿cómo si no podría conocerlo? Solamente si puedo representarme a mí misma como objeto, puedo entonces percatarme del tiempo, pues él es la forma real de la intuición interna. ¿En qué consiste esta representación? La representación en Kant supone que hagamos una doble distinción para poderla comprender. De un lado tenemos la representación y del otro lo representado. Lo representado es ese objeto que debió pasar por el foco luminoso de las formas a priori de la intuición. Ella nos da los fenómenos, aquello que se nos aparece a nosotros mediante esas formas puras. Lo representado son entonces los fenómenos y la representación es esa actividad, esa facultad que tenemos de hacernos presentes los objetos. Hacerlo presentes de manera mediatizada: re-presentar.

Hecha esta distinción entonces podemos pasar al asunto central que nos ocupa, el problema de considerar al tiempo como un absoluto. ¿A qué se refiere Kant por absoluto? ¿A quién posiblemente se está refiriendo? Lo absoluto parece definirse aquí como aquello independiente de cualquier sujeto, aquello que tiene existencia por sí mismo y que se manifiesta en las relaciones entre las cosas. Seguidamente, después de lo dicho, ésto no podría ser pensado en el sistema kantiano, ya que si el sujeto desaparece, asimismo lo hará el tiempo, pues es una de las formas de la intuición del Sujeto. No podemos saber si existe una entidad ajena al sujeto que se llame tiempo. Esto no nos es posible aprehenderlo. Lo que nos es posible saber es lo que el sujeto, en cuanto sujeto trascendental, puede.

La concepción del tiempo como un absoluto supondría que si la especie humana se aniquila, no se aniquilaría el tiempo (como la voluntad schopenhaueriana). Para Kant, desde su interés (método trascendental) el tiempo no puede considerarse como absoluto. Desde la concepción del tiempo absoluto, éste estaría dado en sí. Posiblemente las referencias que podamos encontrar en la historia de la filosofía se reencarnen en las posiciones de Newton y Leibniz. Para uno, el tiempo era absoluto, independientes del sujeto, y por lo cual tenía una realidad empírica independiente del sujeto y, para el otro, el tiempo dependía de las relaciones entre las nómadas, el tiempo correspondía con el cambio y sucesión. Ninguno de estos pensadores concebía la posibilidad de que el espacio y el tiempo debieran estar dados a priori en los sujetos como condición del conocimiento. El Espacio y el Tiempo se entendían como exterioridades que se daban independientemente de un observador, es decir, de un sujeto. Para Kant las posiciones de Leibniz y de Newton son inconcebibles, puesto que no sirven para explicar el objetivo de su obra: cómo son posibles los juicios sintéticos a priori.

Kant va a trasplantar la semilla. Ella ya no estará en los objetos o en sus relaciones externas a un sujeto, sino que el tiempo está al interior del mismo sujeto: el tiempo supone al sujeto. Por eso en el parágrafo anterior había afirmado: el tiempo “en sí mismo, fuera del sujeto, no es nada” (A35). Asimismo en B52 y A36 Kant había negado ya la posibilidad de una realidad absoluta del tiempo en cuanto perteneciente a las cosas, como propiedad de ellas. Es allí en donde se ha planteado la idealidad trascendental: solo podemos conocer aquello que se presenta al sujeto y no como cosa en sí. No podríamos percibir sino supusiésemos al tiempo como forma pura.

II. “Pero no pensaron que, aunque no se pueda negar la realidad de ambas clases de objetos en cuanto representaciones, las dos se refieren solo al fenómeno” (B55)

Dicho lo anterior, Kant pasa a dar razón de cuáles han sido los argumentos de aquellos que han criticado la tesis sobre el tiempo como absoluto. A su vez critica a éstos mismos detractores por no poder oponer una critica al espacio, puesto que no tienen nada que argumentar contra la doctrina de la idealidad del espacio, es decir, no podían probar la realidad apodíctica del espacio como absoluto porque se veía opuesta al idealismo que sostiene que no es posible demostrar estrictamente la realidad de los objetos exteriores. Con el tiempo la cuestión resulta más fácil para ellos, porque el tiempo es la forma del sentido interno, es cómo me conozco a mi mismo y para ello ya tuvimos un Descartes que demostraba tal cuestión cuando planteaba “Pienso, por lo tanto existo”. Si alguien está planteándose la pregunta quiere decir ésto que entonces alguien debe estar existiendo. Plantear esto es más fácil, dice Kant, pero plantear el mismo estatuto respecto del espacio conlleva un problema mayor para aquellos detractores. ¿Cómo dotar al objeto de realidad apodíctica? Es decir, cómo saber si lo que vemos es real o fruto de nuestra invención. En este parágrafo Kant parece dar una vía alterna. Ya no nos preguntamos por un objeto desnudo, sino por los objetos en tanto son para nosotros, el objeto se vendría a redefinir en una relación con el sujeto, desde el punto de vista del conocimiento. Kant planteaba dos “lados” de abordar los fenómenos que van a definir a su vez el origen del problema. Por un lado se le puede considerar como cosa u objeto en sí, es decir, independiente de la intuición o de su presentación al sujeto, lo cual hace que su naturaleza siempre se vea problemática. Por otro lado, cuando se tienen en cuenta la manera de intuirlo, la cual pertenece al fenómeno, pues indica éste el objeto ya mediado por la sensibilidad, pero que debe buscarse en el sujeto, como forma pura de la intuición.

Por ello es importante destacar la diferencia que establece Kant cuando plantea la idealidad en términos de idealidad trascendental. Cuando se habla de idealidad del espacio se plantea que no se puede probar la realidad absoluta del mismo, sin embargo cuando hablamos de idealidad trascendental se está hablando de los principios por los cuáles la experiencia va a estar sujeta a una estructura a priori. No pueden probar esa realidad absoluta del espacio porque los mismos términos en que efectúan la pregunta ya suponen la imposibilidad de su respuesta. La pregunta de éstos es paradójica. Hay que partir de otro punto: desde el conocimiento. Dar por sentado al fenómeno y así la determinación del conocimiento no sería externa al sujeto. Todo lo contrario. La determinación debe estar en el Sujeto y así podríamos pensar en una objetividad para la ciencia, en cuanto se da como realidad objetiva, perteneciente al sujeto, mediada por él, pero, a su vez, manteniendo un reporte a priori, puro de toda experiencia que permite fundamentar la ciencia. Dotarle de objetividad.

III. Espacio y tiempo “se fijan sus propios límites refiriéndose a objetos considerados tan sólo en cuanto fenómenos pero no representan cosas en sí mismas. Únicamente los fenómenos constituyen el terreno de su validez” (B56)

Como se había planteado en un inicio, la problemática que incita a Kant a programar estas cuestiones surge de la pregunta de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori (B19) y ¿cómo es posible la matemática pura? ¿Cómo es posible la ciencia natural pura? (B20)

El espacio y el tiempo serán las dos fuentes de verdad para la ciencia. Son las fuentes de las cuales pueden surgir a priori diferentes conocimientos sintéticos, es decir, la matemática, la física y la re-vehiculización de la metafísica. Poder llegar a hacer de la metafísica una ciencia. Hay que poder delimitar estos “saberes” y darles un fundamento puro para así poderles dotar de objetividad científica. Para ello la importancia de esta primera parte de la “Crítica de la Razón Pura”, pues el Espacio y el tiempo nos permiten darnos las proposiciones sintética a priori.

Con la cita transcrita al principio de este acápite podemos darnos cuenta de esto que se ha venido sosteniendo, es decir, que lo que pretende Kant es posar un basamento estable y puro, en donde se pueda construir el edificio de la ciencia. Que el espacio y el tiempo se puedan delimitar a sí mismos. Tienen autonomía. Al no poder traspasar sus propios límites la ciencia podría no pecar de lo que ha venido pecando la metafísica. Estos fundamentos sólidos serán la base del edificio sobre el cuál se va a fundamentar todo conocimiento valido. La ciencia deberá sustentarse en los fenómenos y no en las cosas tal cual son en sí mismas, independientes de los sujetos. El edificio estaría marcando el territorio en donde se encuentra y sus límites de verdad: en ese territorio sólo encontraremos fenómenos, por lo que no deberían surgir los problemas que implican las cosas en sí. Lo que tenemos son ya objetos de representación de un sujeto, a saber, todo sujeto podría darse esos fenómenos por lo cual no se suscitarían los problemas de la diferencia o de la ambigüedad (según Kant, pero la historia de las filosofías lo ha negado), porque todos los sujetos estrían actuando en el mismo plano, en el mismo terreno y como las condiciones de conocimiento son a priori, es decir, universales y necesarias, entonces no tendríamos problemas de ese tipo.

Tomemos una parte de este párrafo tercero para comentarla a la luz de lo ya dicho anteriormente sobre la critica a Leibniz y Newton.

El problema que pasa a considerar Kant es el problema de la doble sustancia. Si consideramos que hay dos seres, el tiempo y el espacio, entonces ¿cómo lograr dar un fundamento a ellos dos? Evidentemente desde la postura kantiana sólo podríamos tener Uno. Esta es la postura en donde parece criticarse a Newton:

“En efecto si se deciden por lo primero (partido que suele tomar los que investigan matemáticamente la naturaleza), se ven obligados a admitir dos no-seres eternos y subsistentes por sí mismos (espacio y tiempo) que existen (aunque no exista nada real) sólo para contener en sí todo lo real” (B56)

Lo que Kant pretende con ello es plantear el problema en que se ven imbuidos los que suponen un doble fundamento. Si espacio y tiempo son absolutos entonces el uno y el otro son independientes tanto de sí mismos como de todos los objetos. Por consiguiente tendríamos dos fundamentos: espacio y tiempo. Ellos serían eternos y subsistentes por sí mismos; y como no permitirían pensar los objetos a partir de ellos, entonces podrían restar o como absolutos vacíos o como absolutos que contienen todo lo real. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que desde estas proposiciones que no toman en cuenta al sujeto como ente cognoscente con una estructura a priori, es decir, no se refieren a fenómenos sino a cosas en sí, éstos se verán en el problema de ¿cómo es posible conocerlos? ¿Desde dónde podríamos hacerlo? ¿Cuál sería el fundamento para legitimar que existen esos objetos o que no existen? Y aún falta el problema mayor: si no pueden ser un fundamento para las matemáticas entonces ¿cómo van a poder analizar con objetividad y verdad la naturaleza a partir de las matemáticas si ellos mismos no pueden dar un fundamento estable a las mismas?

Ahora bien, Kant manifiesta que los que sostienen esta postura tienen un punto a su favor y es que logran “despejar el terreno de los fenómenos en favor de las afirmaciones de carácter metafísico” (B57), mas son esas mismas condiciones las que les permitirán salir de los terrenos del entendimiento.

“Si se deciden por lo segundo (partido que toman los metafísicos que estudian la naturaleza) y consideran espacio y tiempo como relaciones entre fenómenos (coexistentes o sucesivos), como relaciones abstraídas de la experiencia, si bien confusamente representadas en tal separación, tienen que negar la validez o al menos la certeza apodíctica, a las doctrinas matemáticas a priori respecto de las cosas reales (por ejemplo, en el espacio)” (B56, A40, B57)

Esto segundo correspondería a la crítica a Leibniz. Si el espacio y tiempo surgen como relaciones entre fenómenos espaciales (coexistentes) y temporales (sucesivos) entonces ¿de dónde surgen el espacio y el tiempo? ¿Cómo podríamos hacer matemáticas puras sin suponer al espacio y al tiempo como a prioris? ¿Cómo basar las matemáticas puras en objetos empíricos, a posteriori? Evidentemente no se puede.

La certeza apodíctica de las ciencias truncaría en un fracaso. La ciencia sería producto de la imaginación y sin un fundamento real, pues éste se encontraría en la diversidad de la materia, a posteriori. La imaginación operaría una abstracción de esas relaciones en donde se contienen el espacio y el tiempo pero siempre debiendo coexistir con la naturaleza. Si bien, Kant afirma que éstos podrían no verse bloqueados por el espacio y el tiempo cuando intentan referirse a los objetos, pero que, sin embargo siempre estarían sitiándose cuando intentaran dar a eso que hacen un conocimiento apodíctico, verdadero a priori.

Así Kant pretende salir airoso de estas dos problemáticas que suscitan dichas posturas. Las formas puras de la intuición darán un carácter apodíctico a las matemáticas pues esas formas podrían darse los juicios sintéticos a priori.

IV. La estética Trascendental “ no puede contener más que estos dos elementos, espacio y tiempo”

Finalmente Kant da su conclusión, para él victoriosa, de que con estos dos objetos que se dan en la Estética Trascendental se estaría desprendiendo con claridad que todo su edificio se postraría sobre esta base sólida, y que todos los demás conceptos que pertenecen a la sensibilidad van a presuponer algo empírico pero ya con dos supuestos a priori. Podemos suponer al movimiento en un móvil pero eso no quiere decir que el espacio requiera del móvil, sino que éste se halla en el espacio porque las formas puras de la intuición nos permitieron darnos objetos, es decir, un móvil, por ejemplo un tren que se dirige de San Pedro a Pavas. Éste es un dato empírico, de la experiencia, el cual es posibilitado gracias a la Facultad de la Sensibilidad que nos permite darnos estos fenómenos.

La Facultad Sensible no puede pues contener en sí el concepto de cambio, contienen aquello que nos permite percibir el cambio, como lo habíamos explicado en un inicio. El espacio y el tiempo como formas a priori de la intuición nunca se ven “manchadas” por sus contenidos, es decir, son formas que hacen posible. Por ello Kant dice “ya que no es el tiempo mismo lo que cambia sino algo contenido en el tiempo. Para ello se requiere, pues la percepción de alguna existencia y de la sucesión de sus determinaciones, es decir se requiere la experiencia” (A41, B58). Las representaciones serían el contenido del tiempo y del espacio. Esto quiere decir que el espacio y el tiempo son formas puras, vacías de contenido y que si no se ven inscritas en la experiencia de un sujeto entonces ellas se quedan vacías. Más adelante lo dirá de los pensamientos, si ellos no posen contenido también son vacíos: “los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas” (A51).

La posibilidad de los juicios sintéticos a priori en las matemáticas queda fundada en esta primera parte de la Doctrina Trascendental de los Elementos. Así los principios de las matemáticas podrán ser universales y necesarios en tanto que a prioris y a la vez extensivos en tanto que juicios sintéticos. Las matemáticas podrán contar con una estructura formal, vacía de todo contenido. El Espacio y el tiempo modificaran todo lo que existe. Darán forma a todo aquello que se encuentra diverso y plural en la naturaleza. Unificarán todo lo que se encuentra disperso en una forma compatible. Estas formas a priori de la intuición permitirán en el texto de Kant a las matemáticas ordenar todo cuanto hay, por ejemplo la geometría podrá ordenar la diversidad en una unidad tridimensional, espacial, en las figuras geométricas y, la aritmética, podrá dar un orden temporal, de sucesión a las mismas (1,2,3,4,….)

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Bibliografía


Kant, I. (2004) Crítica de la Razón Pura. España: Editorial Alfaguara.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quería comunicarles que estamos planeando, por solicitud de Viejo Desencantado (http://davidcarrilhernandez.blogspot.com/), una discusión sobre el nihilismo. Se trataría de que cada uno de los bloggers filósofos escriban en su propio blog un post sobre el tema en cuestión para que así podamos iniciar una reflexión, tanto en nuestros blogs como en los de los demás.

Nos gustaría mucho que participaran.

Saludos.

Asociación de Estudiantes de Filosofía UCR dijo...

ok. A mí me parece bien...

 
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